El insostenible modelo de negocio de Deliveroo y Glovo

Un trabajo universitario muestra las debilidades de las empresas de reparto a domicilio: alta dependencia del trabajo precario y de comisiones elevadas.

Las empresas de reparto a domicilio en el último kilómetro, como Deliveroo o Glovo, necesitan una media de 8.000 pedidos diarios en una ciudad como Barcelona para ser rentables con su actual estructura de costes. Un estudio de varios profesores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Universidad Internacional de Valencia muestra que estas compañías sobreviven gracias a un modelo de negocio sostenido por trabajos precarios y comisiones altas que se cobran a los restaurantes incluidos en su plataforma.

El estudio “Economic profitability of last-mile food delivery services: Lessons from Barcelona” (de los investigadores Eduard J. Alvarez-Palau, Laura Calvet-Liñán, Marta Viu-Roig, Mariem Gandouz y Angel A. Juan), publicado en la revista Research in Transportation Business & Management revela que este tipo de compañías necesitan una media de 19.000 pedidos diarios para seguir creciendo y poder expandirse a otros mercados. Otra de sus principales conclusiones es que el negocio de estas empresas sólo tiene sentido en grandes ciudades donde se pueda mantener este número de pedidos.

El modelo matemático que han usado los autores les permite concluir que la variación en la comisión que estas plataformas cobran a los restaurantes tendría un impacto considerable sobre la rentabilidad de su negocio. Los investigadores, a través de diversas informaciones externas, han calculado que esta comisión se sitúa en torno al 30% del precio del pedido. Si la misma bajase al 20%, el número de pedidos necesarios para ser rentable se incrementaría. Mientras que si esta comisión que se cobra a los restaurantes subiese al 40%, se reduciría el número de pedidos necesarios para la rentabilidad en un tercio, pero restaría más negocio al productor del servicio: el restaurante.

La comisión que estas plataformas cobran es su principal fuente de ingresos y también su punto débil. Los propietarios de restaurantes llevan años organizándose para pedir a Deliveroo que disminuya esta comisión, pues no les permite sacar partido de su negocio. Es muy difícil que los restaurantes acepten una subida de este porcentaje. Por otro lado, en el último año, sobre todo gracias a la pandemia de coronavirus, se han desarrollado las “cocinas oscuras” (dark kitchen, en inglés): locales en los que sólo se prepara comida, pero no se atiende al público. Se trata de una especie de apéndice surgido al calor de las plataformas como Glovo para proporcionarles su principal servicio de reparto, pero con los costes mínimos. Una cocina oscura tiene unos gastos fijos más reducidos, pues le hacen falta pocos trabajadores, sólo cocineros, y no necesitan camareros ni grandes instalaciones. Además, se suelen instalar en locales donde hay otras dark kitchen, por lo que el gasto en suministros como luz o agua se puede repartir. Esto significa que su margen de beneficio suele ser mayor que el de un restaurante tradicional y por ello podrían soportar comisiones más elevadas de las plataformas.

El otro caballo de batalla de negocios como Deliveroo y Glovo son sus repartidores (riders en inglés) que, bajo la figura de falsos autónomos, llevan los pedidos a los clientes. El estudio estima que si los repartidores se contratasen como empleados a tiempo completo, la rentabilidad de estas plataformas se reduciría un 30%. “Esto explica por qué estas compañías son reticentes a realizar cambios en las condiciones de trabajo de sus riders“, explican los investigadores.

Poco a poco, los tribunales de justicia han ido poniendo las cosas en su sitio. Tras diversas sentencias contradictorias de juzgados inferiores, el Tribunal Supremo (TS) español emitió una sentencia en la que concluía que los repartidores de estas empresas son trabajadores laborales y no autónomos, porque dependen de las plataformas que les organizan el trabajo, las condiciones laborales y la remuneración, entre otras cuestiones. Con esta sentencia, las empresas como Glovo tendrán muy difícil seguir usando a repartidores sin tenerlos contratados en nómina. Por su lado, la Inspección de Trabajo tiene un argumento a su favor para sancionar a estas plataformas si siguen contratando a riders de forma fraudulenta.

La línea seguida por el Alto Tribunal español es similar a la del Supremo del Reino Unido, que dictaminó que los conductores de Uber deben tener los mismos beneficios que el personal laboral. En los próximos meses y años veremos cómo estas decisiones afectan al negocio de las plataformas de reparto, y lo más probable es que se vean abocadas a subir sus precios al cliente final o bien a cobrar más al restaurante o tienda en la que recojan sus productos. En cualquier caso, ambas medidas acabarán con uno de los atractivos de estas compañías: llevar bienes a la casa de los particulares al precio más barato.

La conclusión global que se extrae del estudio es que los negocios de delivery son burbujas que se mantienen gracias a las millonarias inversiones que reciben, puesto que no son rentables. Mientras el dinero de fondos y otros inversores siga entrando en la caja de Glovo, Deliveroo o Gojek (en Asia), el negocio artificial del reparto en el último kilómetro seguirá existiendo. La cuestión es si estos inversores seguirán interesados en empresas que deben cumplir las leyes y asumir más costes contratando a su principal fuerza de trabajo, los repartidores, y manteniendo unas comisiones relativamente bajas para que los restaurantes y comercios que las usan para conseguir pedidos las vean atractivas.

Los investigadores indican en su trabajo que estos problemas hacen que las plataformas de reparto busquen otros nichos de mercado. Ahora no sólo se dedican al reparto de comida a domicilio, sino que también transportan otros bienes, como medicinas o pasteles, entre otras muchas posibilidades. “Su habilidad [la de las empresas de delivery] para comenzar a ser rentables depende del volumen de pedidos que pueden capturar, las condiciones impuestas a los restaurantes, la precariedad de los riders y las condiciones del medio ambiente en el que operan: nuestras ciudades”, indican los profesores. La sociedad en conjunto tendrá que decidir si le compensa mantener negocios que generan trabajo precario y reducen la riqueza de quienes producen los bienes.

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