Millonarios tras la nueva economía

Las empresas de la “economía colaborativa” o “nueva economía” nacieron con unos ideales que se han ido enterrando bajo los millones de las diferentes rondas de financiación. Mientras los usuarios pernoctan o viajan más barato, sus creadores se hacen millonarios y las industrias reguladas padenen una competencia desleal.
Taxis esperando a sus clientes | Foto: Unspash para Pixabay
Taxis esperando a sus clientes | Foto: Unspash para Pixabay
Taxis esperando a sus clientes | Foto: Unspash para Pixabay
Taxis esperando a sus clientes | Foto: Unspash para Pixabay

Las empresas de la denominada “economía colaborativa” se venden como una de esas consecuencias buenas de Internet: permiten rebajar el coste de los servicios y usar espacios de tiempo o bienes infrautilizados. Son la solución que idearon sus fundadores para problemas cotidianos que les asaltaron en su recorrido vital. Pero, ¿es todo tan idílico? La realidad es que tras algunas de las empresas más punteras de esta nueva economía se encuentran fondos de inversión y empresarios que se están haciendo multimillonarios y que sólo adoptan comportamientos éticos cuando se ven forzados por las autoridades o por sectores profesionales.

Por ejemplo, en el negocio del alojamiento AirBnb es la marca presente en la mente de los consumidores. La compañía californiana permite alquilar desde el sillón de una casa hasta las estancias de un castillo. Por cada nuevo alquiler, sus fundadores, Brian Chesky, con una fortuna valorada en 3.300 millones de dólares, según Forbes, Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk, se hacen más ricos. En seis años, la compañía ha conseguido financiación por valor de 2.390 millones de dólares y, entre los accionistas que están permitiendo su expansión en los 191 países en que ofrece viviendas, se encuentran empresas como Sequoia Capital, Founders Fund o las asiáticas Tiger Global Management, Hillhouse Capital Group y General Atlantic, entre otros. Empresas cuya finalidad es la de rentabilizar sus inversiones.

Como otros grandes elefantes de Internet, que tienen gran incidencia en el mercado y el empleo, AirBnb no publica sus cifras de resultados, aunque los analistas estiman que la compañía supera los 850 millones de dólares de facturación. La última inyección de capital, de 1.500 millones, ha situado el valor de la empresa por encima de los 25.500 millones. Es curioso si se tiene en cuenta que AirBnb no posee nada físico. Es decir, no cuenta con propiedades o activos que tengan un valor de mercado, a diferencia de compañías hoteleras como Marriot, valorada en 20.900 millones o Starwood, valorada en 14.000 millones, muy por debajo de la firma californiana.

Dicho de otra forma, el valor que el mercado asigna a AirBnb, una empresa que basa su modelo de negocio en intermediar entre el propietario y el viajero, cobrando una comisión, se basa en el número de clientes que alquilan estancias en sofás o castillos a través de su web, más de 60 millones, según la empresa, aunque no se sabe si al año o desde que se fundó en 2008.

Otro ejemplo paradigmático es Uber, la empresa de alquiler de coches con conductor que levanta las iras de los taxistas de medio mundo. Desde 2009, esta firma estadounidense ha conseguido una financiación de 10.610 millones de dólares. Y entre sus accionistas se encuentran fondos como Benchmark, Menlo Ventures, GV, Fidelity Investment (que la financió con 1.400 millones), la china Baidu o Letterone. Como en la mayoría de las empresas de la “nueva economía” y de la “economía colaborativa”, etiquetas que determinados gurús se han ocupado de repetir hasta que las hemos hecho nuestras sin plantearnos su significado, Uber no dispone de bienes tangibles. No tiene flotas de coches, ni conductores asalariados, por ejemplo. Y, a pesar de ello, su valoración en el mercado supera los 64.600 millones de euros, diez veces más que compañías como Hertz, especializada en el alquiler de vehículos sin conductor.

Uber tampoco revela datos económicos, aunque los analistas de mercado estiman que pudo cerrar 2015 con una cifra de negocio cercana a los 2.000 millones de dólares. Queda por saber su rentabilidad, es decir, el margen de beneficio que se obtiene de esta facturación. Mientras los usuarios reservan conductores en Uber a precios menores que los taxistas, Travis Kalanick, su cofundador, amasa una fortuna de 6.200 millones de dólares, según Forbes.

Dudas sobre la “nueva economía”

Estos son sólo dos ejemplos de empresas punteras en el sector turístico y que están cambiando el negocio del alojamiento y el transporte con bastante polémica. Mientras el cliente encuentra opciones más baratas, industrias como la hotelería o los taxistas sufren una competencia que, en la mayoría de los casos, no se somete a las mismas reglas de actuación, a pesar de que operan en el mismo negocio. Y, entre medias, los fondos de inversión y fundadores de estas compañías recogen los magros beneficios sin hablar de los inconvenientes que crean por el camino.

En el caso de AirBnb o de plataformas similares, el alquiler vacacional en zonas que han sido habitualmente residenciales ha servido para incrementar los precios del alquiler estacional, es decir, del alquiler para vivienda habitual. Un estudio realizado en España por Exceltur, el lobby de las grandes empresas turísticas, explica que para un piso de 56 metros cuadrados en el barrio de Gràcia de Barcelona, el alquiler mensual ascendía a 750 euros, mientras que el alquiler vacacional se situaba en 1.670 euros por mes, un 123% más.

Con Uber la historia es diferente y es el sector del taxi quien se ha visto más perjudicado. Frente a un modelo de negocio muy cerrado, en el que la administración concede un número limitado de licencias y fija los precios se ha levantado el imperio Uber, no sujeto a ninguna regulación, con conductores que ofrecen los precios que les interesa y que no cumplen un normativa sectorial.

2 comentarios
    1. Es necesario hacer algo que nadie está haciendo: evaluar los beneficios y perjuicios que aporta esta “nueva economía” para quienes deben hacer uso de ella, tanto en el lado de los consumidores como en el de los trabajadores. Sin embargo, parece que sus efectos son imparables…

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