Límites a los negocios similares a AirBnb o Homeaway

La capital alemana sancionará con hasta 100.000 euros a quien alquile su piso a turistas. Con esta medida, Berlín pretende mantener los precios del alquiler residencial y cuidar la vida en los barrios. Sí se podrán arrendar habitaciones individuales para visitantes.
Atardecer en la ciudad de Berlín | Foto: Wolfgang Scholvien para Visit Berlin
Atardecer en la ciudad de Berlín | Foto: Wolfgang Scholvien para Visit Berlin
Atardecer en la ciudad de Berlín | Foto: Wolfgang Scholvien para Visit Berlin
Atardecer en la ciudad de Berlín | Foto: Wolfgang Scholvien para Visit Berlin

Los propietarios de pisos en Berlín ya no podrán alquilarlos a través de plataformas de economía colaborativa, como AirBnb o Wimdu. Desde el 1 de mayo ha entrado en vigor la modificación de la ley Zweckentfremdungsverbot (“prohibición del uso impropio” en la traducción del alemán). El parlamento de la capital alemana, que tiene rango de estado federal, aprobó en 2004 esta modificación que impide el alquiler de pisos completos para cortas estancias, aunque sí permite el arrendamiento de habitaciones, y que contaba con dos años de moratoria hasta su entrada en vigor. Las multas por incumplir esta norma pueden llegar a los 100.000 euros.

Las autoridades de urbanismo berlinesas han explicado que esta medida tiene como finalidad garantizar un mercado estable de precios para el alquiler residencial o de larga temporada. Diversos estudios apuntan que las ciudades en las que se ha implantado el alquiler de viviendas con fines vacacionales, a través de portales como AirBnb, han sufrido un incremento del precio de la renta para inquilinos que quieren vivir en una vivienda de forma permanente. En España, la asociación Exceltur, que agrupa a las grandes empresas turísticas del país, revelaba en un informe elaborado por la consultora Ernst and Young que para un piso de 56 metros cuadrados en el barrio de Gràcia de Barcelona, el alquiler mensual ascendía a 750 euros, mientras que el alquiler vacacional se situaba en 1.670 euros por mes, un 123% más.

La ley berlinesa ha permitido mantener el precio de los alquileres estable desde su creación, ya que hacía muy difícil a los propietarios el cambio de uso para sus inmuebles. Por ejemplo, de esta manera se impedía que edificios residenciales se convirtiesen en inmuebles comerciales, lo que habría elevado el precio de las rentas. Berlín no es la única ciudad alemana con este sistema, que se repite en otras como Múnich o Hamburgo.

Alquiler de habitaciones permitido

Por otro lado, el alquiler de habitaciones sigue siendo legal en Berlín, siempre y cuando el espacio de la misma no supere el 50% de la superficie total del piso. Berlín ha sido uno de los paraísos europeos del alquiler, ya que entre los años 2000 y 2012 tuvo un exceso de pisos desocupados, lo que empujó a la baja los precios de las rentas inmobiliarias e hizo, junto con las oportunidades laborales, que muchos europeos acudiesen a vivir a la capital alemana, que se convirtió en una ciudad vibrante.

Ahora ocurre todo lo contrario. El parque de viviendas para alquilar en Berlín se reduce cada vez más y la ciudad tiene previsto acoger cada año a 45.000 ciudadanos, según el medio The Conversation. La idea de las autoridades berlinesas es construir alrededor de 220.000 pisos en los próximos diez años, de los que un tercio deberán tener precios asequibles (lo que en otros países se conoce como vivienda de protección oficial). Otros factores que han influido en la modificación de esta ley han sido las constantes quejas de vecinos que aseguran que el alquiler vacacional de pisos provoca problemas de convivencia.

Regulación dispar

La capital alemana no es la única que está regulando el papel que las nuevas plataformas de alquiler de viviendas deben jugar en el futuro urbanismo del municipio. En Ámsterdam (Holanda), la saturación de usuarios de pisos alquilados por AirBnb ha llevado a su ayuntamiento a limitar el alquiler de los mismos en el periodo en que el propietario se encuentre de vacaciones. Tras la medida de la capital holandesa se encuentra otro motivo de índole económica: la tasa turística. Este impuesto se recauda a través de las noches que contrata el turista en hoteles y hostales, pero no en pisos turísticos, por lo que la explosión de esta última forma de alojamiento habría impactado en la recaudación. Por su lado, las autoridades de otras ciudades como Barcelona (España) se encuentran estudiando la regulación que deben dar a este fenómeno, sobre todo tras los problemas de convivencia que han provocado determinados turistas que usan este tipo de alojamiento.

En el fondo de todas estas maniobras se halla el cambio en los estilos de vida desde la explosión de la crisis financiera en 2008. Los jóvenes se ven más presionados con salarios bajos y empleos de baja calidad, a pesar de sus altas cualificaciones, lo que conlleva que, para independizarse, no puedan permitirse la compra de una vivienda y su consiguiente hipoteca. Ello ha conducido a una explosión del alquiler de pisos. Y, a la vez, plataformas como AirBnb han hecho más fácil el arrendamiento con fines vacacionales, lo que expulsa de esas viviendas a las personas que quieren usarlas para vivir en ellas a precios lógicos. Al menos, en algunas regiones de Europa tienen claro que deben crear un equilibrio entre la emancipación económica de sus ciudadanos y el interés lucrativo de los propietarios.

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