El Imserso, culebrón del verano

Las idas y venidas con el programa de viajes para mayores que organiza el Imserso destapan las vergüenzas del turismo español, en su lado empresarial y político.
Biblioteca del convento. Foto de: HERNANDO REYES
Biblioteca del convento. Foto de: HERNANDO REYES

La historia sin final sobre la adjudicación del contrato de los viajes del Imserso es una muestra del estado del turismo español y de la política nacional. De lo último no hay nada desde hace largos años. Y lo primero están liquidándolo a marchas forzadas.

Los viajes que el Imserso organiza para los mayores de 55 años en la temporada baja vacacional (meses de octubre a abril, aproximadamente) son el remedio para muchos hoteles de costa, que tendrían que cerrar por falta de clientes. Pero, por lo mismo, el programa del Imserso constituye un sistema de respiración artificial, financiado con fondos públicos, que da muestras de agotamiento. Cehat, la confederación hotelera española que agrupa a casi todo el sector de alojamiento reglado, defiende que este programa público ayuda a mantener puestos de trabajo (si los hoteles cerrasen, mandarían al paro a sus trabajadores), se generan cotizaciones a la Seguridad Social y el Estado ingresa más impuestos que el dinero que pone para financiarlo.

Todo ello es verdad, pero bajo este discurso se esconde una realidad más preocupante: la falta de un modelo turístico sostenible y de calidad en España. Da igual que vengan millones de turistas entre junio y septiembre, si el resto del año los destinos españoles no son atractivos. Y esos millones no importan nada si el gasto que el turista realiza en el destino es ínfimo, como así sucede. Esto se explica porque la competencia del producto de sol y playa es feroz en los países del Mediterráneo (como Grecia, Egipto o Turquía), lo que lleva a bajar precios para captar clientes. Este es el modelo que viene funcionando desde hace 50 años y que a nadie le interesa cambiar.

Y en el fondo de este modelo late otro problema, que no es sólo del turismo, sino de la economía española en general: los bajos salarios y la precariedad laboral. Los precios tan bajos en la oferta de sol y playa sólo se consiguen con costes reducidos. Y más de un tercio de los costes de un hotel (y casi de cualquier empresa) son los salarios de su personal. Luego, quienes primero sufren la política de bajar precios son los empleados, que se ven obligados a cobrar menos o son despedidos. Una estrategia turística y empresarial de futuro debe buscar el incremento de los precios asociado a una oferta de mayor calidad y que aporte más valor al turista. Y es obligatorio repercutir ese incremento de precios en los salarios de los trabajadores y en su capacitación.

Cehat ha acogido el discurso de sus asociados, que es una de las labores de la asociación, pero también ha hecho suya la práctica de nadar y guardar la ropa. Cuando se publicaron los pliegos del concurso del Imserso, Cehat, en su legítimo derecho, recurrió los mismos por entender que eran perjudiciales para los hoteleros que participasen en el mismo. Con precios estancados y la exigencia de servicios más elaborados, a los hoteles españoles que participan en el programa no les salen las cuentas y argumentan que trabajan a pérdidas. Y es lógico; como negocios privados, buscan la rentabilidad en sus operaciones, aunque sólo sea para subsistir. El Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales (TACRC) no les dio la razón. La estrategia debía haber sido otra: la fuerza del programa de viajes del Imserso son los hoteles, por lo que si los mismos no participan en el programa se puede considerar que éste no existe. Quizá esta presión habría servido para cambiar un formato que cada año que pasa es más insostenible. Ahora, Cehat ha recurrido a la Audiencia Nacional la resolución del TACRC por considerar que se aparta de la doctrina del propio tribunal y de la lógica (Mundosenior, la unión de Barceló y Globalia para comercializar los viajes, también ha recurrido la adjudicación del programa).

Poco atractivo y política irresponsable

En cualquier caso, el Imserso certifica que la oferta de sol y playa española no es atractiva en otoño e invierno. No lo es para los españoles, los extranjeros y los jubilados, que sin subvención estatal no se plantean reservar estancias. Y esta falta de atractivo tiene origen en varios factores, el más importante de ellos es el escaso valor añadido que los destinos de costa dan a estos públicos.

Por el lado político no están las cosas mejor. Para empezar, nadie (políticos estatales, autonómicos o locales) tiene la suficiente altura de miras para crear una estrategia turística global para España. Global no significa asimiladora, porque dentro de ese plan habría que analizar las particularidades de cada territorio y habilitar subestrategias para cada uno de ellos. La gestión de la política turística está transferida a las comunidades autónomas y cada una hace la guerra por su lado, sin importarle el vecino. El Estado ha quedado para temas marginales: intentar poner orden en el patio de recreo autonómico y promocionar el turismo español en el exterior.

En segundo lugar, el desastre del Imserso muestra la poca capacidad política de los gestores del programa y la parálisis que vive España desde hace más de 4 años, debido a su inestabilidad política. Con un gobierno en funciones, el impulso político escasea por todas partes. A pesar de que las elecciones del 28 de abril elevaron al PSOE como claro ganador, los dirigentes de este partido son incapaces de encontrar apoyos para que arranque la legislatura. Y las formaciones políticas que las urnas han dejado en el lado de la oposición son absolutamente irresponsables por impedir la investidura de Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y último candidato a la presidencia.

Si todo no fuese una farsa, si de verdad hubiese una voluntad para que España prosperase, la investidura ya se habría llevado a cabo y gobernaría el Parlamento en su calidad de legislador y de controlador del Gobierno, porque este último, en minoría, se vería obligado a negociar todas y cada una de las leyes para sacarlas adelante. Pero nada de esto le interesa a ninguno de nuestros próceres patrios. Así que mucho menos les va a preocupar un negocio como el turístico, a pesar de que aporte más del 11% de la riqueza nacional y dé empleo a más de 2 millones de personas durante todo el año.

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