Avión: un accidente por cada 450.000 vuelos

A pesar de los últimos accidentes de aviación, en los que se han perdido 653 vidas, el transporte aéreo sigue siendo el más seguro y el que menos tasa de incidentes y mortalidad presenta. Los desafíos son otros: atravesar zonas más seguras y mejor seguimiento del vuelo.
Cabina de mando de un avión de Easyjet | Foto: Easyjet
Cabina de mando de un avión de Easyjet | Foto: Easyjet
Cabina de mando de un avión de Easyjet | Foto: Easyjet
Cabina de mando de un avión de Easyjet | Foto: Easyjet

MADRID.- ¿Son seguros los viajes en avión? Muchas personas se han planteado esta cuestión en las últimas semanas al hilo de diferentes accidentes y ataques a aeronaves. En marzo, el vuelo MH370 de la aerolínea Malaysia Airlines se perdía de las pantallas de radar en su ruta entre Kuala Lumpur (Malasia) y Pekín (China). No dejó rastro y la principal hipótesis es que desvió su ruta y se estrelló en el Océano Índico, con 239 desaparecidos. El 17 de julio, el vuelo MH17 de la misma compañía aérea fue derribado por un misil en los cielos de Ucrania, país en guerra civil, estrellándose en la localidad de Grábovo, zona controlada por rebeldes prorrusos (298 personas muertas). Y, para añadir más preocupación, el 24 de julio se estrelló en Mali el vuelo 5017AH operado por la compañía española Swiftair para la aerolínea Air Algerie (116 muertos) por una fuerte tormenta, según las primeras hipótesis. En total, 653 vidas perdidas en cinco meses.

Lo que ha servido de arponazo a la opinión pública es que las dos últimas desapariciones se han producido muy cerca de Europa y con una mayoría de clientes europeos en el pasaje del MH17 y del avión de Swiftair. Sin embargo, las estadísticas de siniestralidad de los vuelos son las mismas y siguen la pauta de años anteriores, aunque las muertes se han incrementado. Según datos de IATA, la asociación internacional de aerolíneas, en 2013 se produjeron 81 accidentes de avión, seis más que en el año anterior, pero por debajo del promedio anual de 86 accidentes en los últimos cinco años. De todos estos percances, sólo 16 accidentes fueron mortales. En total, IATA calcula que en 2013 murieron 173 personas por accidentes en vuelos comerciales (no se cuentan vuelos privados, charters y de otro tipo). Como se ve, los últimos incidentes de 2014 ya superan la cifra de muertes del año pasado, aunque a efectos estadísticos el derribo del MH17 podría no considerarse como accidente de aviación.

Sin embargo, las frías cifras deben ser puestas en contexto. Cada día despegan y aterrizan en el mundo 100.000 vuelos y lo hacen sin ningún tipo de incidencia grave. En 2013 se movieron alrededor de 3.000 millones de pasajeros en 36,4 millones de vuelos. Es decir, que la tasa de mortalidad se podría establecer en un 0,0000058% y la tasa de accidentes de vuelos en un 0,00024%. Asi que volar sigue siendo una actividad segura en una industria que se preocupa mucho por mejorar sus operaciones y la confiabilidad de las mismas.

Las cuestiones a las que se enfrenta la industria aeronáutica, a parte de seguir mejorando en seguridad, se refieren a las rutas que deben seguir los pilotos en casos como el del MH17, que sobrevolaba una zona en conflicto. No es algo inusual, ya que otras aerolíneas comerciales han volado sobre Irak o Afganistán, por ejemplo, pero hasta que no suceden casos como el de Ucrania nadie cae en la cuenta de que la lógica desaconseja atravesar zonas en guerra. En un mundo en el que los conflictos ya no son tan claros como lo fueron hasta mediados del siglo XX, donde el terrorismo con sus formas sutiles de penetración en los estados puede hacer más daño que cualquier declaración formal de hostilidades, derribar un avión se convierte en un arma propagandística de primer orden. Si las compañías aéreas no considerasen estas rutas seguras, no las atravesarían, ya que la pérdida de un avión con su pasaje a bordo supone un duro golpe para la credibilidad del negocio (Malaysia Airlines tardará tiempo en recuperar su imagen tras los dos siniestros de 2014). Sin embargo, los motivos económicos también influyen en las decisiones de sobrevuelo de determinadas zonas, ya que dar un rodeo implica cargar más combustible en el avión y aumentar los costes de operación de un vuelo.

El otro punto en el que deberá centrarse la industria aérea es el seguimiento de los aparatos. Desapariciones tan misteriosas como la del MH370 no pueden suceder en el siglo de las telecomunicaciones. Que un avión con más de 200 personas a bordo pueda esfumarse de los radares sin dejar rastro es casi más tétrico que el derribo del mismo por un grupo separatista o terrorista, un riesgo más controlabe a través de los servicios de inteligencia. La tecnología para realizar un seguimiento completo de un vuelo existe y es prioritario que todas las aerolíneas comerciales la implanten en sus vuelos para evitar casos como el avión de Malaysia Airlines. Tras cinco meses de búsquedas, sólo existen hipótesis sobre su desaparición, pero ningún dato concluyente que permita dejar un poso de tranquilidad en la conciencia de las familias y en la de los pasajeros habituales de este medio de transporte.

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