Mujeres en el Muro de las Lamentaciones

Desde 2006, mujeres y hombres judíos pueden rezar de forma conjunta, mezclados, en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén. Ahora, el Gobierno de Israel ha dado carta de naturaleza a este espacio que los ortodoxos se oponen a asumir y respetar.
La ciudad de Jerusalén vista desde el Monte de los Olivos | Foto: David Fernández
La ciudad de Jerusalén vista desde el Monte de los Olivos | Foto: David Fernández

En un rincón del Muro de las Lamentaciones de Jerusalén (también conocido como Kotel), mujeres, niños y hombres rezan de forma conjunta, sin barreras. Es una imagen poco habitual, ya que lo normal, lo impuesto por la ortodoxia, es que los varones recen de forma separada a las mujeres, sin mezclarse, en el muro oeste.

“En 1988, un grupo de mujeres que vinieron de fuera de Israel quisieron rezar en la parte femenina del muro occidental como rezaban en su país: con el talit, las filacterias y la Torá”, explica Sandra Kochman, encargada de coordinar las reservas y ceremonias de la parte común del Muro. Estos elementos están reservados sólo al rezo de los hombres, según el movimiento ortodoxo, por lo que las intenciones de estas mujeres judías, que provenían de países donde las costumbres religiosas son más flexibles, supusieron toda una revolución. Así se inició un movimiento reformador, el de Mujeres del Muro de las Lamentaciones, en lo que se refiere a las costumbres religiosas, que avanzó hasta pedir una zona de rezo común en el Kotel.

Hay que tener en cuenta que en Israel viven 8,2 millones de personas, el 75% de ellos judíos. De todos estos habitantes, sólo un 9,5% son judíos ortodoxos, es decir, que realizan una interpretación rigurosa de los textos y las tradiciones religiosas. A pesar de suponer menos de 800.000 personas en todo el país, los ortodoxos cuentan con un poder e influencia políticos que ha ido en ascenso en los últimos años. Tradicionalmente se les ha otorgado la gestión de los templos y lugares sagrados del judaísmo dentro de Israel.

Kochman, paraguaya que reside en Israel desde hace 11 años, explica que esta zona existe para que “todas las personas que quieren rezar juntos, hombres y mujeres, puedan hacerlo aquí”. En 2006 se puso en marcha esta parte del muro occidental. Hasta esa fecha, cuando se celebraba un Bar Mitzvah en Jerusalén, el momento en el que el niño adquiere la madurez frente a su comunidad y asiste al muro para realizar los ritos, las mujeres de su familia debían contemplar el momento desde la valla que separa su zona de la de los hombres.

El segmento más ortodoxo del judaísmo no ve con buenos ojos esta iniciativa y se ha opuesto en numerosas ocasiones a la misma. La novedad es que en enero de 2016, el Gobierno de Benjamin Netanyahu, el primer ministro de Israel, alcanzó un acuerdo con la comunidad judía ortodoxa para dar carta de naturaleza a la parte de rezo conjunto del Kotel. Sin embargo, Netanyahu apoya su gobierno en una coalición de partidos de ultraderecha, entre los que figuran formaciones políticas que observan una interpretación rigorista de la Torá, la ley judía para los ortodoxos y que, en su forma básica, coincide con el Antiguo Testamento. Por ello, este acuerdo para dar normalidad a la zona de rezo común del muro no se está ejecutando. La decisión de Netanyahu no es inocente, porque se trata de un guiño a los judíos estadounidenses, que han presionado para que se habilite esta zona del Kotel y que financian con elevados recursos las campañas electorales del primer ministro.

Kochman explica que para “la gran mayoría de israelíes, que ni siquiera es religiosa y no se identifica con ningún movimiento, los temas de religión no son relevantes”. Por ello, la lucha por conseguir una zona igualitaria de rezo en el Kotel no tiene la visibilidad que debería en un país tan complejo como Israel. Y es que ser israelí no significa profesar la religión judía o interesarse por la misma, al igual que ser español o francés no implica ser automáticamente católico. “Cuando llegan las elecciones, hay temas que vienen mucho antes que la religión, como la seguridad, la salud o la educación. La religión queda al final”, refiere Kochman.

A pesar de estas dificultades y del desconocimiento, Kochman explica que cada año reciben cerca de 700 grupos organizados, pero hay mucha gente que acude a la zona de rezo igualitario sin usar los servicios que ofrece la organización en la que trabaja esta paraguaya. “Nuestro objetivo es llegar más a los israelíes para que conozcan que hay otra opción”, sostiene Kochman. En una tierra en la que la educación de los menores es una de las pocas cosas que pueden cambiar, o enconar más, el eterno problema árabe-israelí, Kochamn explica que les interesan los grupos de escolares para que “los chicos crezcan sabiendo que hay otra opción de judaísmo que no es sólo la ortodoxa”.

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