El tiempo de Myanmar: un millón de turistas la visitan en 2012

Myanmar (la antigua Birmania) está despertando de su largo letargo dictatorial. Una incipiente democracia se adivina en el país de los templos. Pero tiene frente a sí varios desafíos.
Templos de Bagan, en Myanmar (antigua Birmania) | Foto: Javier Martín, en Flicker, bajo licencia Creative Commons
Templos de Bagan, en Myanmar (antigua Birmania) | Foto: Javier Martín, en Flicker, bajo licencia Creative Commons

MADRID.- Desde 2012 Myanmar (la antigua Birmania) está cambiando. En realidad, el cambio de este país asiático, vecino de la India, Bangladesh, Tailandia y China, se venía larvando desde hace años, aunque ha sido a partir del año pasado cuando se ha oficializado la apertura. Desde los años 50 del siglo veinte, Myanmar se encontraba bajo la bota de una dictadura militar. El país de las pagodas no disfrutaba de libertad. En 2010, Aung San Suu Kyi, la líder disidente que luchaba contra el régimen de los generales desde su arresto domiciliario, fue liberada, lo que ya indicaba que el régimen se abriría progresivamente.

Una información de la revista National Geographic señala que en 2011 visitaron la antigua Birmania un millón de personas, según un estudio de Quartz. Esto conlleva que los dirigentes del país se ocupen de reformar aeropuertos y todo tipo de infraestructuras. Las previsiones son que en 2015 el número de turistas alcance los tres millones, mientras que para 2020 se pretende llegar a los siete millones de turistas.

Si la incipiente etapa democrática que se va a desarrollar en Myanamar sabe gestionar todas estas llegadas con inteligencia, el avance del país y de las condiciones de sus ciudadanos puede ser espectacular. El Instituo de Estudios de la Paz y los Conflictos estima que Myanmar ingresó 500 millones de dólares en 2012 provenientes del turismo, un 58,7% más que en el ejercicio precedente. La Organización Mundial del Turismo (OMT) ha explicado en repetidas ocasiones la importancia de esta actividad económica para el desarrollo de los países en que se da. Genera trabajos en el sector servicios, ingresos que permiten repercutirse en nuevos empleos y en la mejora de infraestructuras.

Con estos mimbres es normal que las principales multinacionales empiecen a fijarse en Myanmar como una posibilidad para establecerse. Sin embargo, uno de los principales desafíos para los dirigentes del país será gestionar este “éxito” de forma que no acabe con la propia sociedad. Una afluencia masiva de turistas a un país tan cerrado puede provocar que mucha de su riqueza natural e histórica se acabe deteriorando y perdiendo. Por otro lado, la actividad económica debe dirigirse a beneficiar al máximo de capas sociales para crear un crecimiento sostenido y no privilegiado, poniendo mucho interés en los derechos de los trabajadores. Las multinacionales ven el país apetecible por los bajos costes de mano de obra y de propiedad que pueden tener en el mismo y de ahí a la explotación existe una fina línea.

Otro problema es la corrupción reinante en los estratos dirigentes y en la burocracia que ha manejado la antigua Birmania hasta ahora. Y a ello se suman las tensiones religiosas en el estado de Rakhine, que provocan enfrentamientos violentos entre budistas y musulmanes.

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