Cruceros de agua dulce en Francia

Los cruceros fluviales son relativamente modernos. Nos permiten viajar por los ríos del interior de un país, por ejemplo, el Lot, en Francia, y recorrer pueblos muy pintorescos.
El canal de Toulouse. Foto de: ALBERTO PERAL
El canal de Toulouse. Foto de: ALBERTO PERAL

Fotos de Alberto Peral

El concepto de crucero nos evoca un romántico viaje en una especie de resort que flota y en el que todo está calculado. No hay que pensar ni mover un dedo para tener a nuestro alcance un sinfín de posibilidades, tanto es así que hay a quien acaba pareciéndole aburrido. Mares desconocidos, el vaivén de las olas… y un precio que suele salirse de nuestro presupuesto, quizá por eso, nos parece tan atractivo.

Sin embargo, un crucero no tiene porqué ser aburrido, ni caro. Ni siquiera existe el peligro de marearse si las olas se vuelven locas, porque para eso… están los cruceros fluviales. Agua dulce que nos conduce en una sola dirección, a ritmo constante,  siendo nosotros mismos quienes pilotemos el barco.

Ahora busquemos un entorno bucólico y legendario para vivir una aventura única: la comarca del Lot. Al sur de Francia. Recorriendo un sinfín de maravillosos pueblecitos medievales, repletos de historia y en los que la gastronomía es una asignatura obligatoria. Se puede navegar por un canal o por un río, hay múltiples recorridos ya trazados y el escenario nos arrastrará a través de una naturaleza viva, arboledas de nogales, valles siempre verdes y unos acantilados abruptos y drásticos, a través de los que serpentea el Lot y, en este caso, nuestro barco.

Es muy importante llevar la ropa adecuada, ropa cómoda, algo de abrigo para las noches, zapatos con suela de goma para no resbalar, pañuelos o bragas para el cuello y todo aquello que podáis considerar necesario. Los prismáticos también hay que llevarlos, porque con un poco de suerte, se pueden ver  nutrias, martines pescadores e incluso águilas.

A la hora de comer

Uno de los puntos más importantes de este recorrido es la gastronomía. Comer y beber bien son dos palabras que en Francia se convierten en epítetos.

Por un lado hay que hablar de aquellos productos que tienen denominación de origen y que por tanto son especiales. En primer lugar la trufa y el azafrán, ingredientes que se aprovechan para dar el toque de distinción a muchos platos. También hay que mencionar la nuez de Dordoña, la ciruela de Carennac, el queso de Rocamadour, el cordero de granja y el melón de Quercy. Hay un poco para cada gusto.

Es prácticamente obligatorio probar el paté o el foie, porque no tienen nada que ver con lo que llamamos paté en los otros países.  Quiche de cualquier cosa, también es un plato digno de hacer las delicias del más exigente. Por supuesto el pato, el carnard… bien sea asado, cocido, confitado, desmenuzado… el pato en el sur de Francia siempre está bueno. También está muy buena la carne de caza y las aves. No olvidemos el jamón de Bayona y la famosa salchicha de Toulouse, que es parecida a la butifarra.

El queso es exquisito sea cual sea su nombre y es que en el postre se suele ofrecer una tabla de quesos. Los hay fuertes, suaves como el de cabra, cremosos, curados, como cada uno quiera. Para postre destaquemos los canalés, unos bizcochitos con ron, vainilla y azahar muy populares, pero muy pesados.

Por último, pero no menos importante, el vino. Cahors puede presumir de tener uno de los vinos más populares y característicos de Francia. Tinto, suave, con cuerpo… una delicia. Y para los más atrevidos, los licores: Armañac, Coñac o aguardientes de fruta, que siempre ayudan a bajar la comida.

Deja una respuesta