Está claro que el turismo no interesa a nuestros políticos y así nos va. El Senado ha rechazado por segunda vez la propuesta del grupo Popular para rebajar el IVA de las actividades turísticas al 4%. El grupo Socialista, PNV y Entesa del Progres han votado en contra alegando que España está en la zona más baja de presión fiscal indirecta de Europa.
Lo que parecen obviar estos senadores (y sus respectivos grupos políticos, que a fin de cuentas son los que deciden en este simulacro de democracia parlamentaria) es que España también se encuentra en los niveles más bajos de competitividad turística desde hace ya unos años. Por eso, la subida que se producirá en el IVA desde junio (pasará del 7% al (% en restauración y transportes, y del 16% al 18% para las agencias de viajes) sólo es un lastre más para la industria turística, que aporta el 10% del PIB nacional (algo más de 100.000 millones de euros).
Uno de nuestros principales mercados emisores de turistas es el británico. Con un euro fuerte y unos impuestos indirectos más altos será difícil que los británicos (cuya moneda es la libra) se sientan atraídos por la oferta española. En cuanto a la demanda nacional, de la que va a tener que vivir nuestro turismo al menos este año que queda por delante, se verá penalizada al tener que soportar un gravamen mayor en sus viajes.
Y, cuando se trata de hablar con el bolsillo, el tema no es una tontería. Un viaje de 800 euros brutos comprado hoy en un agencia tendría un 16% de IVA de 128 euros, con lo que en total le costaría al turista 928 euros. A partir de junio el impuesto será del 18%, con lo que el precio total alcanzará los 944 euros. Ahora bien, si este impuesto fuese del 4%, el precio total a pagar sería de 832 euros.
Tomamos como ejemplo el de las agencias de viaje porque, según los datos de la Agencia Tributaria, en 2008 se recaudaron 146,56 millones de euros por IVA declarado en esta actividad. Una “minucia” si se compara con los 240.387 millones de euros declarados por ventas comerciales. Es decir, el fisco se puede permitir el lujo de renunciar a una parte de estos ingresos para conseguir una mayor afluencia turística y una recuperación de este mercado.