Los ocho autores trazan un dibujo muy completo y comprensible del comercio de negros africanos por parte de diversos ciudadanos españoles que provenían de Cataluña. Hasta 2 millones de personas fueron vendidas como esclavos por diversos potentados españoles. En esta obra conjunta (todos los autores, menos uno, son profesores universitarios) también se aborda la figura de quienes hicieron posible este tráfico y se enriquecieron con él. La trata era una empresa que se asentaba en tres patas: Barcelona, África (generalmente las regiones de la costa occidental del continente) y Cuba.
En la isla caribeña, dominio español hasta 1898, se asentaban los ingenios, es decir, las plantaciones de algodón y azúcar que los prohombres españoles habían levantado sobre las espaldas del trabajo esclavo. Pero desde Cataluña se fletaban los barcos que cargaban esclavos en África y los llevaban a Cuba para venderlos a los dueños de estas plantaciones.
El negocio era redondo siempre. Los autores calculan que por cada expedición se podían ganar más de 389.000 dólares en el año 1840. Si tenemos en cuenta que un mecánico estadounidense cobraba un salario 3 dólares diarios en esa época, podemos imaginarnos la fortuna que suponía cada viaje de esclavos. En el libro también se hace un repaso por algunos de los principales negreros catalanes, pero también por los capitanes de barcos negreros, que hicieron fortuna y se retiraron en Barcelona. Y fue en la metrópoli donde reinvirtieron estas ganancias para incrementarlas. En un país como España, donde la propiedad sigue siendo la fuente de riqueza normal, estas ganancias se dedicaron a la compra de edificios y solares. También es significativo que buena parte de estos negreros fuesen los promotores y financiadores del ensanche de Barcelona, momento en que la ciudad condal empezó a romper las costuras medievales y se expandió. La compraventa de terrenos fue una actividad suculenta que benefició a todos. Como destacan los autores, el grueso de la economía catalana no se financió con el dinero que provenía del comercio de esclavos, proscrito y dificultoso, pero esta actividad sí que supuso una buena parte de los ingresos que ayudaron a progresar a la región catalana y a una importante parte de sus élites.
De esta manera, no extraña que un alto porcentaje de la burguesía catalana del siglo XIX y principios del XX hunda sus raíces en la trata de esclavos. Los principales prebostes del nacionalismo catalán provienen de esta élite esclavista. Ahí está el expresidente Artur Mas, cuyo tatarabuelo acumuló su fortuna con el comercio de personas y siempre bajo bandera española. O la familia Vidal-Quadras; o las exministras Ana y Loyola de Palacio… Este hecho no es único en España ni en Cataluña. Se da en toda la élite europea y si se bucea en las raíces de su riqueza se encontrará la trata de esclavos como causa esencial.
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