Cantabria es una comunidad que se define a sí misma como “infinita”, y que se caracteriza por una enorme diversidad tanto en su oferta turística como en la calidad de la misma. Playas, montañas, parques naturales, gastronomía y el encanto de sus pequeños pueblecitos, por los que el tiempo parece no haber pasado.
Una peculiaridad que ver en Cantabria es su enorme patrimonio cultural, parte del cual se encuentra en el subsuelo, ya que cuenta con un buen número de cuevas subterráneas en las que se puede disfrutar tanto de pinturas rupestres de incalculable valor como de formaciones geológicas únicas en el planeta.
Si hay algo que hace a Cantabria un enclave especial es su estratégica situación entre el mar y la montaña. El Parque Natural de Collados del Ansón, el nacimiento del Ebro (en Fontibre), los Valles de Ruesga y Soba, los de Villaescusa, Cayón y Penagos, la Costa de Trasmiera (que va de ría a ría), las rutas del Saja (conocida como el camino de Carlos V), del Miera y de Peñas Arriba, escrita por el cántabro José María Pereda. Los famosos valles Pasiegos, que parecen sacados de un cuento y el famoso Camino de Santiago por Cantabria. Todos y cada uno de estos lugares merecen, al menos, una visita.
Cantabria cuenta con más de 220 kilómetros de playas repartidas en más de noventa ubicaciones, de todos los tipos, desde las más tranquilas a las más concurridas, pequeñas y grandes, ideales para hacer surf. Todas ellas evocadoras y cargadas de una historia que las convierte en parte de la leyenda española.
Mención a parte merece el patrimonio cántabro en lo referente a las cuevas, pues la región cuenta con más de 6.000 cavidades, unas con pinturas rupestres, como las de Altamira o las de Puente Viesgo, que pueden ser mucho más interesantes incluso, ya que las primeras están cerradas al público y sólo se puede visitar lo que se denomina la Neocueva, con unas reproducciones aproximadas. Otras son famosas por su interés geológico, como la cueva de El Soplao, cerca de San Vicente de la Barquera y Comillas. Las formaciones de calcita y dragonita que se dan en el interior de estas cavidades son deliciosas y parecen transportar al visitante a un mundo onírico durante más o menos una hora.
Ambas opciones representan una magnifica opción de conocer algo diferente a lo que se visita normalmente y desde revista80días.es lo recomendamos especialmente.
La ciudad. Santander constituye un capítulo importante de la Historia de España, por lo que la visita es obligada. Sin embargo, haremos un pequeño resumen de aquellos lugares que destacan especialmente por su interés cultural, arquitectónico, histórico o gastronómico, pues capturar toda la esencia santanderina en unas líneas es imposible.
En primer lugar, la catedral gótico-románica (del siglo XII), el palacio de la Magdalena, el Casino del Sardinero, la Plaza Porticada o el moderno Palacio de Festivales, cuya forma, dicen, semeja a una ballena. Aunque en esto no hay forma de encontrar consenso, particularmente, veo una cantimplora.
Pero eso no es lo único, si hay que destacar algo es la playa de El Sardinero, la más grande y conocida de la ciudad; los parques y jardines, como el de Magdalena o el Mataleñas; el bullicioso paseo marítimo y Puertochico o, para romper la monotonía, el Faro de Cabo Mayor, con unos acantilados desde los que la vista parece perderse en el infinito.
Popularmente se suele decir eso de “qué bien se come en el Norte”, pero no siempre es cierto. Lo único en lo que coinciden todas las provincias del Norte de España es en que se come en una cantidad exagerada, pero la calidad o el buen gusto de la comida no siempre es igual de bueno. En Cantabria sí y de hecho uno puede morir comiendo… literalmente.
Su olla ferroviaria, el cocido montañés o el lebaniego, el sorropotún o marmita, que es un guiso marinero a base de bonito y patata. La merluza en salsa verde, los calamares encebollados o en su tinta, los bocartes y las almejas a la cazuela, en general todo tipo de marisco se puede comer en esta comunidad norteña.
Los calamares fritos se llaman “rabas” y las mejores anchoas son las de Santoña. En los puertos de pescadores, las sardinas asadas son una maravilla, las truchas son muy buenas, aunque no es así con el salmón, por lo que os recomendamos que no lo comáis.
En cuanto a la carne, es muy buena la caza: venado, corzo, jabalí, también el cabrito y el cordero o el cerdo de matanza, que suelen llamarlo “chón”. El queso es otro de sus manjares: de nata, que se hace con leche de vaca; mientras que el de Liébana se hace con leche de oveja, vaca y cabra, por lo que es más fuerte y se conoce como “Picón”, “Ahumado” y “Quesuco”. También recomendamos probar el queso pasiego de la zona de Pas.
Entre los dulces, sobra mencionar los famosísimos sobaos pasiegos y la quesada, aunque en algunos sitios también es fácil encontrar arroz con leche, natillas y leche frita. Como veis, la leche sirve para todo en Cantabria. Finalmente, en las bebidas: el orujo de Potes, que es un aguardiente de hasta dos años, destilada de alquitaras de cobre, es el más destacado.
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