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Viaje a la aldea del crimen, de Ramón J. Sender

Crónica de Ramón J. Sender en ‘La Libertad’ sobre los sucesos de Casas Viejas | Foto: Biblioteca Nacional

Periodismo que crea adicción. Viaje a la aldea del crimen, de Ramón J. Sender (Libros del Asteroide, 2016) debería ser lectura obligatoria en las clases de Historia de España. Y en las de periodismo. En su libro, Sender novela la rebelión y posterior represión de Casa Viejas, un municipio de la serranía gaditana (hoy Benalup-Casas Viejas) habitado por campesinos, un cura, tres guardias civiles y algunos de los propietarios de las tierras de cultivo que lo circundan.

En enero de 1933, diferentes sindicatos anarquistas convocan una jornada de huelga nacional para llamar la atención sobre las paupérrimas condiciones de vida de la clase obrera española. En diferentes sitios de la geografía ibérica se desencadenan enfrentamientos, muchos violentos, y en Casas Viejas el sindicato declara el comunismo libertario. La guardia civil se opone y el Gobierno republicano envía efectivos de la Guardia de Asalto (un cuerpo policial) que provocan, voluntariamente, una carnicería contra los campesinos desarmados, con ejecuciones a sangre fría, sin enjuiciamientos ni posibilidades de defensa.

Sender muestra en su libro un campo español, regido por la II República, que entronca con el campo que Miguel Delibes describió en los Santos Inocentes: mísero, de alpargata, señoritos y hambre entre los campesinos. Y una Andalucía que todavía hoy peca de errores como la subvención para alimentar a los trabajadores, condenándoles a la limosna, en vez de crear las condiciones para que exista trabajo de forma continua. No se pueden achacar todos los males a la República, un régimen que vino aupado por las clases populares y políticos del régimen anterior, pero que para su labor reformista debía luchar contra la inercia de los poderosos.

La Ley de Reforma Agraria puso las bases para mejorar la situación del trabajo en el campo, pero al intentar nadar entre dos aguas (terratenientes y pequeños propietarios frente a campesinos) se quedó a medias. Por ejemplo, la imposibilidad de que campesinos de una localidad se trasladasen a trabajar la tierra de otra. Este precepto condenaba al hambre a aquellas personas que no podían encontrar empleo en su municipio. Las trampas de los propietarios también eran una condena para los campesinos que querían cultivar la tierra, pero se les impedía. Esto provocaba hambre y el hambre llevó a la rebelión contra un sistema político que prometió la tierra para todos, pero que mantenía vigentes las formas del régimen dictatorial anterior. Sender dixit: “ser esclavo de su propiedad, como los otros del hambre”.

Cuando se tuvo una ligera noticia de los sucesos de Casas Viejas, los periodistas acudieron a la población gaditana para saber qué había pasado. Ramón J. Sender fue uno de esos reporteros que contó en el periódico La Libertad los crímenes que las fuerzas del orden perpetraron en Casa Viejas. El gobierno de Manuel Azaña estaba sentenciado tras el escándalo que supuso saber que la policía había asesinado a sangre fría y con la connivencia de mandos intermedios del Gobierno a cientos de varones en la localidad andaluza.

El libro recoge los artículos que Sender publicó en La Libertad, ampliados por el propio autor y completados con las declaraciones que se produjeron en la comisión parlamentaria que investigó los hechos y donde quedaron desnudos los crímenes. Sender no era imparcial. No podía serlo después de conocer los detalles de los crímenes que hicieron perder la inocencia a la República. Pero es que el escritor era de ideas anarquistas y el periódico donde se publicaron sus crónicas, La Libertad, de tono progresista. Viaje a la aldea… es una crónica novelada de los hechos, pero que destila periodismo a mansalva y que deja entrever la tarea de indagación, nada fácil y obstaculizada por los propietarios, del periodista.

REVISTA80DIAS.ES

Ver comentarios

  • Qué delgada la línea entre periodismo y literatura... Qué buenos resultados suele dar su mezcla.

    • En este caso muy buenos. Y demuestra que el denominado "nuevo periodismo" ya existía antes de que los estadounidenses acuñasen ese término ;-)

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