Turismo en el norte de Croacia

Croacia ha sabido revivir después de la guerra de los años 90 del siglo XX. Uno de sus rincones más hermoso es la península de Istria: un territorio con playas, una gastronomía característica y muchos espacios que ver.

Emprendemos camino hacia Croacia, quizá un país desconocido para muchos, pero que cada día está más de moda por la multitud de rincones que ver. Y uno de los lugares más hermosos de este alargado país es la península de Istria: un encantador territorio casi suspendido en el tiempo y conservado como si por allí no hubiese llegado la revolución digital. Aunque lo cierto es que ha llegado, pero de una forma tan discreta que se aprecia aún más.

Istria es la península más grande del mar Adriático y está exactamente entre la costa croata de Kvarner y el golfo de Trieste, en la frontera con Eslovenia. Hay muchas ciudades interesantes y muchos pueblecitos de pescadores que es una maravilla visitar: Pula, Porec, Rovinj, Novigrad, Buzet, Rabac o Pazin, entre otros.

El origen de Istria es muy curioso y viene de la mano de los piratas que hicieron de este lugar su hogar, hasta que los romanos los expulsaron en el año 177 a. C. De hecho, durante un tiempo, Istria formó parte de Italia y quizá de ahí se explica que prácticamente toda la población habla, o al menos comprende, el idioma del país vecino. La cultura, la lengua y la gastronomía se perciben al instante. Después la región fue dominada por los godos, los lombardos, los venecianos y, finalmente, por la dinastía de los Habsburgo, que fueron dueños de más de media Europa. Tras la I Guerra Mundial, Istria volvió a formar parte de Italia, hasta que después de la II Guerra Mundial se otorgó el territorio peninsular a la República de Yugoslavia, en la que se agrupaban diversos países y etnias balcánicas, y así quedó la cuestión hasta hace bien poco tiempo.

Durante el gobierno del mariscal Tito se fomentó en cierto modo un sentimiento nacional y, por tanto, anti itlaiano, lo que provocó que muchos italianos abandonasen la zona y el resultado fue la despoblación de ciudades tan importantes como Pula, que perdió el 90% de sus ciudadanos en este tiempo. Pero en la actualidad eso ha quedado en el pasado y la zona, debido a su situación geográfica, ha cambiado mucho, por lo que sus habitantes tienen diferentes orígenes: italianos, eslavos, croatas, serbios, eslovenos y muchos, muchos turistas.

Actualmente, la península de Istria se caracteriza por ser un entorno natural repleto de preciosos paisajes donde pasar unas vacaciones diferentes. Sus verdes campiñas recuerdan en cierto modo a la Provenza francesa. La primavera se revela exuberante con un intenso color verde que lo domina todo. Durante el otoño, amarillea y ofrece una luz anaranjada que convierte el paísaje en algo nostálgico y evocador. Todo ello en contraste con el azul del mar y el colorido de sus muchas y variadas frutas de temporada.

Istria fue uno de los primeros lugares del Mediterráneo en convertirse en un destino turístico de primer orden. Ya en el año 1840, la aristocracia del Imperio Austro Húngaro eligió la costa istriana como su lugar favorito para pasar los meses de calor. Tanto es así que le valió el sobrenombre de la “Riviera Austriaca”. Todo comenzó con el primer hotel, la Villa Angiolina, en Opatija, la estación balnearia, que hoy es museo de turismo. En torno a él se construyeron mansiones, chalés y urbanizaciones de lujo que cubrieron el litoral y le granjearon ese cariñoso y divertido apelativo. Además, Istria fue el lugar elegido por Tito para sus retiros vacacionales.

Tampoco hay que olvidar su famosa gastronomía. Istria está repleta de fondas tradicionales donde los productos de la tierra transformarán nuestra comida en toda una experiencia. Desde los aperitivos, una especie de jamón serrano o unos trocitos de queso, regados con un curioso aguardiente de uvas y muérdago, llamado Biska, y de ruda y miel, llamado Medica, para abrir boca. La comida comienza con una exótica sopa de vino o una tortilla de temporada, con espárragos en primavera o con setas en otoño. Después, pescado, marisco, conchas preparadas, sopa de garbanzos, pasta de mil maneras, guisos de caza o gulash estilo croata, embutido, llamado Ombolo, y hasta chorizo. Y llegamos a la parte más dulce, con las empanadas y unas bolitas de masa frita que se llaman Fritule.

La vegetación de la zona favorece el cultivo de la comida orgánica y en ese campo destacan las aceitunas, las uvas, que además producen vinos bastante decentes, y la reina de la mesa, que es la trufa. Los bosques istrianos están cuajados de este manjar escondido bajo tierra y favorecido por el hecho de que haya variedad de lombrices, las responsables de que la trufa respire y crezca gracias a las galerías subterráneas que excavan para vivir. Así que es una buena excusa para disfrutar del pescado y del marisco, pero también de platos más elaborados, preparados con todo el cariño y acompañados de un buen vino.

Cómo ir

La forma más cómoda es el avión, los aeropuertos más cercanos son el de Porec, Pula, Rijeka o incluso la isla de Korkula, que además son ciudades que tienen puertos a donde se puede llegar en ferry desde varias de las ciudades italianas de la costa opuesta. Por carretera también es posible llegar desde Trieste, el norte de Italia y Eslovenia, aunque lo cierto es que las carreteras por Istria son precarias y dejan mucho que desear. Sólo hay dos ejes de autopistas que unen la península de norte a sur y de este a oeste, pero fuera de eso, el transporte por carretera es propio de otro siglo, bucólico, pero poco práctico y extraordinariamente lento. Os recomendamos viajar en avión y después alquilar un coche.

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