Las catacumbas de París

París es una ciudad gigantesca y uno de sus atractivos ocultos son sus catacumbas, en otro tiempo uno de los lugares más miserables de la capital francesa.

Un escalofrío te recorre el cuerpo. Es un día lluvioso y hace frío. Un gato negro cruza la calle y se acerca para que le acaricies el lomo. Y estás frente a las Catacumbas de París. Uno de los lugares más esotéricos de la capital francesa.

Denfert es un barrio tranquilo y en su mayor parte residencial, con su pintoresco mercado de abastos en la Rue Daguerre y sus vecinos siempre atareados. Hace dos siglos era un área rural bastante densa, con numerosos conventos y monasterios en los alrededores, de los que hoy quedan vestigios y que, sin duda, fueron labrando esa legendaria carga energética que la convierte en una zona tan morbosamente atractiva. Ya que desde el siglo XVIII, este lugar ha sido el escondite perfecto para las brujas, sociedades secretas y toda clase de contrabandistas y ladrones. Pero también sirvió de tumba para los huesos del cementerio de los Inocentes. Originalmente fueron canteras desde tiempos romanos, pero en el siglo XVIII, el General de Policía de París y el Inspector de Canteras se vieron obligados a almacenar allí los restos humanos para evitar las epidemias que sufría la población del distritos de Les Halles, por la contaminación y las constantes inhumaciones de cadáveres en las iglesias cercanas.

Actualmente por esta zona se ubican el Observatorio y el hospital Val de Grace, pero lo que realmente conmueve el ánimo de cualquiera es un breve y siniestro paseo a 20 metros de profundidad. Un museo de casi un kilómetro de pasadizos subterráneos excavados por el hombre hace largo tiempo, de los más de 300 kilómetros que se presume que puede haber bajo la ciudad.

Nuestro periplo comienza en la estación de metro Denfert-Rochereau. Esta placita lleva el nombre del coronel que defendió la ciudad de Belfort e 1870. A ambos lados de la plaza hay dos pabellones que originalmente albergaban los puestos de peaje que controlaban la puerta en Denfert en la ciudadela del siglo XVIII. La que está a la izquierda es la que da entrada a las catacumbas.

90 escalones nos acercan al aterrador túnel. El primer tramo está flanqueado por muros de piedra, pero el segundo está excavado en la propia piedra de la cantera. Lo más terrorífico es su forma de ataúd. El Atélier forma parte de la cantera. A esa altura hay un pasillo cerrado por un derrumbamiento. Allí se cuenta que las vagonetas de piedras las empujaban las mujeres y los niños, después y a pesar de los taludes, se mantenían los pilares con forma de corazón de manzana para sujetar los techos. Estos derrumbamientos debían de ser moneda corriente, pero sólo tenemos noticia de la muerte de un hombre en este lugar. Alguien llamado Ducure, de quién se dice que su sangre salpicó las piedras dejándoles esas vetas finas rojizas que muestran. Al parecer, durante la Revolución, un camillero del hospital se aventuró a explorar el túnel por su cuenta y en pleno paseo se perdió. Lo encontraron 11 años después y porque llevaba un llavero del hospital, si no, tampoco lo habrían podido identificar.

La siguiente parada pone los pelos de punta: el osario. Tan sólo hay que leer una sentencia sobre la puerta: “¡Alto! Este es el reino de la muerte”. Y después de tragar saliva, continuamos andando. Se calcula que en este espacio reposan los restos de unos seis millones de parisinos. Aquellas víctimas de las masacres que eran arrojadas a la cantera para que se descompusieran bajo tierra. Pero Napoleón ordenó tanto la disposición como los mosaicos de las paredes actuales.

El siguiente hito es la Fontaine de la Samaritaine, la cámara del pozo construida para que los operarios pudieran beber, pero lleva el sobrenombre de “Baño de pies” porque en la oscuridad normalmente todo el mundo acababa metiendo los pies en el agua. Y seguidamente está la Crypte du Sacellum. Lo que debió de ser la capilla y el escenario improvisado para conciertos y cenas clandestinos ofrecidos por una amiguita de María Antonieta, Mdame de Polignac o por Carlos X cuando era el conde de Artois. Se cuenta que actualmente la gente es capaz de colarse durante la noche y a menudo se descubren tras los osarios, vestigios de pequeñas fiestas y celebraciones nocturnas.

Por si nos quedan ganas de más emociones fuertes, aún hay que llegar a la Lámpara Sepulcral y después a la Tumba de Gilbert. Al parecer encontraron una tumba sin cuerpo y lo convirtieron en el primer monumento de las catacumbas. En este lugar, se encendía un pequeño brasero porque pensaban que el fuego favorecía la circulación del aire. Así que el poeta Gilbert escribió un poema sobre la muerte para colocar en este lugar y, como fruto de una maldición, murió ocho días después al caer misteriosamente de su caballo. Por eso quedó su nombre en esta tumba, que hasta entonces no tenía ni cuerpo, ni nombre.

Un poco más lejos aparecen dos monumentos en piedra conmemorando las víctimas de la Revolución. Todas las locuras, revueltas y masacres que tuvieron lugar en París desde 1788 hasta 1795, dieron con los huesos de los caídos en este lugar.

Ya casi al final del recorrido, están los osarios de los restos extraídos del cementerio de la Madaleine, que estaba muy cerca de la Place de la Concorde, donde en tiempos, se ponía la guillotina, así que la mayoría de los reos decapitados iban a dar a una fosa común y después acabaron en este osario: desde María Antonieta y Luis XVI, hasta madame Roland, Danton o el malvado Robespierre.

Por último el túnel de inspección de la cantera. Los techos de las cámaras más grandes son acampanados, son fruto de pasados hundimientos y según afirman los guías, es un lugar extremadamente peligroso. Bastaría que pasara un coche por encima para caer hundido a 30 metros de profundidad.
Inmediatamente después está la salida y tras unos cuantos escalones, uno puede volver a respirar tranquilo a la luz del día.

Cómo ir

En avión: en París hay dos aeropuertos principales: el Charles de Gaulle o Roissy, que está más al norte; y el de Orly, que está al sur. Ambos tienen diferentes terminales y están conectados por la red de trenes RER (aproximadamente 30 minutos). También se pueden utilizar los autobuses de RATP y Roissybus.
En tren: la red de ferrocarriles franceses (SNFC) cubre la línea Madrid-París (en colaboración con RENFE) y llega hasta la Gare d´Austerlitz. También hay otro trenhotel desde Barcelona hasta la misma estación. Además, gracias a los trenes Eurostar (que incluso atraviesan el canal de la Mancha) se puede viajar hasta París prácticamente desde cualquier punto de Europa, al igual con el TGV. El Thalys cubre el trayecto París-Bruselas en algo más de 4 horas.
Una forma cómoda y muy económica, teniendo en cuenta que ahorras dos noches de hotel, es viajar en el Tren Elipsos. Además, el trayecto resulta de lo más romántico.
En autobús: hay autobuses de largo recorrido como el de la empresa Eurolines, que aunque son más lentos y menos cómodos, sí son más baratos.

En la cultura popular

En Las 39 pistas de Riordan, las coordenadas del mapa de la una de las pistas están escondidas en un cráneo de las catacumbas.
Los Miserables de Víctor Hugo, se basa en el conocimiento del autor de estos túneles.
En Lestat el Vampiro, de Anne Rice, se celebra una asamblea de vampiros en estas criptas.
En La Falsificación de Wells Robinson, las catacumbas es donde se encontrarán los Illuminati y los protagonistas de la novela son guiados a través de sus túneles.
En El Péndulo de Foucault de Umberto Eco, las catacumbas aparecen con el lugar donde se oculta un pergamino de los Templarios.
La película Catacumbas 2007 se sitúa y desarrolla en las catacumbas parisinas.

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