La revolución pictórica de El Greco

Si el Greco hubiese contado con un mecenas poderoso habría dado la vuelta al mundo pictórico del finales del siglo XV.
La visión de San Juan
La visión de San Juan

Las pinturas de El Greco son tan únicas y especiales que no hace falta ser un experto en arte para reconocer sus cuadros con facilidad, sobre todo las que hizo en su última etapa, cuando vivía en Toledo. Sus figuras alargadas llevan cuatro siglos fascinando e intrigando y han dado lugar a todo tipo de opiniones, comentarios e historias, a veces de lo más sorprendentes y disparatadas.

El Greco ha sido considerado un avanzado a su tiempo, pero también se le ha infravalorado, llegando a pagarse por una de sus obras 1.000 pesetas hace 100 años. E incluso se ha llegado a decir que sus particulares cuerpos se debían a un problema de visión. Nada más lejos de la realidad. El Greco tenía una forma de pintar original, única, pero quizás parte de su encanto es precisamente ese misterio que rodea su estilo, así que disfrutemos de sus obras y si queremos pensar que hay algo más, ¿por qué no?

Os invito a acompañarme en un viaje en el tiempo donde recorreremos Creta, Venecia, Roma y finalmente Toledo tras los pasos de este peculiar pintor para aprender un poquito más sobre él y su estilo. Nuestro viaje comienza en la isla de Creta, donde nació Doménikos Theotokópoulos, y es que así es como se llamaba realmente nuestro pintor, un nombre tan difícil y complicado de pronunciar que en algún momento alguien tuvo la feliz idea de apodarle El Greco, es decir, el griego. En su isla natal se formó con los pintores locales, con los que aprendió a pintar los tradicionales iconos bizantinos típicos de la región. Pintaban santos sobre fondos dorados una y otra vez, copiando modelos ya establecidos y sin gran libertad creadora. Era como pintar cuadros en serie, siempre lo mismo, así que cuando El Greco vio los cuadros que de otros lugares llegaban hasta Creta, decidió iniciar un viaje para aprender nuevos estilos y técnicas. Y es que El Greco ya sabía que viajar es aprender y que para aprender, hay que viajar.

El entierro del Conde de Orgaz
El entierro del Conde de Orgaz

Así es como El Greco llegó a Venecia, que por aquel entonces era el mayor centro artístico de la península itálica y es allí donde nuestro cretense quedó cautivado por como utilizaban el color, en la llamada Escuela Veneciana. El Greco se fijó y aprendió especialmente de la sensación de espacio creada por Tintoretto en sus composiciones y en cómo Tiziano utilizaba el color. La influencia de estos dos pintores quedó reflejada en las obras del cretense y aunque intentó hacer carrera en Venecia, su estilo resultaba demasiado anticuado para los gustos de la época.

Así pues,  El Greco decidió trasladarse a Roma (ver la biografía del Greco), donde dos de los más grandes artistas, Rafael y Miguel Ángel, habían dejado una profunda huella. Aunque estos dos gigantes del arte ya habían fallecido, su influencia seguía muy presente. Las musculadas figuras que Miguel Ángel pintó en El Juicio Final impresionaron al griego y las incorporó a su estilo. Lo mismo hizo con el pensamiento artístico de Miguel Ángel para quien en la creación artística, la imaginación estaba por encima de la imitación, cosa que el Greco se tomó al pie de la letra. Y ¿qué significa esto? Muy sencillo: imagina lo que quieres pintar, no te fijes en la realidad ni la copies. Esto rompía con el clasicismo que hasta el momento se venía dando durante el Renacimiento, donde los artistas se preocupaban por representar la realidad de una forma bella, con dibujos muy cuidados y colores armónicos; la proporción y la perspectiva eran muy importantes pues con ellas se creaba una sensación de espacio tridimensional y real. Cambiar esta forma de pintar dio origen al Manierismo.

La visión de San Juan
La visión de San Juan

Podemos considerar el periodo italiano de El Greco como un tiempo de estudio y preparación. Conoció nuevas técnicas que asimiló e hizo suyas, como bien podemos ver en sus obras La Curación del Ciego y La Anunciación del Tríptico de Módena (1567). Sin embargo en Roma tampoco consiguió tener éxito y siguiendo el consejo de artistas amigos viajó a España, donde finalmente se asentó en Toledo, y fue allí donde acabó adquiriendo su personal estilo.

Como todo gran artista que se precie, nuestro pintor tenía sus “peculiaridades”. No solo era consciente de su individualidad sino que además era incapaz de adaptarse a un entorno dominado por la idea del decoro y la funcionalidad religiosa. La corte y la iglesia eran los mejores clientes pero eran muy exigentes y esperaban de los pintores que sus obras fueran lo más realistas posibles y por supuesto, con respeto y fidelidad total a los textos sagrados. El espectador no sólo tenía que reconocer la escena representada, sino sentir que transcurría en un mundo como el suyo y además sentir el deseo de orar ante ella, requisitos difíciles de encontrar en el estilo de El Greco, marcado por un manierismo radical, sus visiones subjetivas y una absoluta libertad compositiva.

Y así ocurrió que, con dos de sus primeras obras realizadas en España, El Expolio y El Martirio de San Mauricio, el escándalo estuvo servido. Con todo, logró destacar entre los demás pintores, yendo siempre contracorriente con su estilo único y personal, y, aunque tardó bastante tiempo, consiguió hacerse un sitio en la historia gracias, sobre todo, a los encargos privados.

El caballero de la mano en el pecho
El caballero de la mano en el pecho

Hace poco oí sobre su técnica que “El Greco no pintaba cuerpos sino almas”. Y hay que reconocer que no les falta razón. El estilo de El Greco se caracteriza, sobre todo, por figuras muy alargadas que, aunque parten de la musculada anatomía de Miguel Ángel, se estiran y deforman no por un concepto místico, o incluso un defecto de visión como se ha llegado a decir, sino por una evolución muy marcada. Los contornos de sus figuras son sinuosos y serpenteantes con un claro sentido ascendente que parece dotar a sus personajes de cierta incorporeidad.

En cuanto a su técnica el dibujo se pierde dando paso al color con pinceladas sueltas, llenas de espontaneidad pero sin perder por ello el detalle en los tejidos y en las armaduras así como ese toque de brillo en los ojos con los que llena de vida a sus personajes. En cuanto al color, con frecuencia los fondos son fríos, azules, grises… en contraste con los colores mucho más vivos y cálidos de los ropajes de algunos personajes.

Para El Greco el color pertenece al universo de las formas, utilizando la policromía según le conviene a su genio creador. No somos nosotros los que decidimos como ver su obra y en qué nos fijamos, sino que él, a través de los colores, nos hace recorrer sus cuadros, llamando nuestra atención sobre el protagonista para luego guiarnos por el resto de la escena según le interesa.

Poco a poco fue abandonando el paisaje y la naturaleza, la perspectiva y la profundidad.  Las escenas se representan en espacios indefinidos sin nada que nos sirva como referencia para situarlas en un lugar o incluso en un tiempo, hasta que también el tiempo se vuelve indeterminado. Los personajes no visten como correspondería a su época sino que visten prendas contemporáneas al artista, por ejemplo. El Greco supo crear un estilo propio e irrepetible que posiblemente aún dé mucho que hablar y quién sabe si nuevos misterios que resolver.

Museos donde encontrar sus obras

Son muchos los museos que cuentan con una representación pictórica del genial artista pero sin duda las mayores colecciones de obras de El Greco las hallamos en España. Entre las más amplias, encontramos las pertenecientes al Museo de El Prado en Madrid y la del Museo de El Greco en Toledo.

Colecciones mucho menores en número de piezas, pero bastante representativas, podemos verlas en el Museo Thyssen-Bornemisza y en el Monasterio de El Escorial, ambos en Madrid. En Toledo hay que mencionar el Museo de Santa Cruz, el Hospital de la Caridad de Illescas y el Hospital de Tavera, a parte de las numerosas iglesias que por todo Toledo cuentan con alguna obra del cretense.

Ya fuera de España, una de las mayores colecciones de obras de El Greco la encontramos en el Metropolitan de Arte de Nueva York, seguido por la National Gallery de Washington D.C., con una pequeña representación.

Otros museos que cuentan con obras de El Greco, aunque meramente representativas, son el Museo Capodimonte en Nápoles (Italia), Museo del Louvre de París (Francia) y National Gallery de Londres (Reino Unido).

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