Entre la prolífica obra del escritor Benito Pérez Galdós, de cuya muerte se celebran 100 años en 2020, sus “memorias” son las menos conocidas. Quizá se deba a que fueron publicadas en la revista La Esfera en 1915 y no en forma en de libro. Ahora, la editorial Renacimiento las recupera en la obra Memorias de un desmemoriado, con prólogo del filólogo y educador Gabriel Neila.
Las Memorias de Galdós no son tal, como indica el irónico título con que él mismo las bautizó. No empieza Galdós relatando su infancia, sino que inicia su narración en Madrid, la ciudad a la que tanto dio y que tanto le dio. En este sentido, los artículos que componen las Memorias están montados a través de anécdotas de la vida del escritor canario. Galdós dijo en alguna ocasión que no concebía que el público pudiese interesarse por su color favorito, así que se aplicó, con su característica guasa e ironía, a relatar curiosidades y lances de su vida como escritor e intelectual.
Las Memorias son un libro de anécdotas, pero también de viajes. Y quizá lo más sorprendente es descubrir que Galdós fue un infatigable viajero por España y por Europa. Cada vez que tenía una oportunidad, emprendía camino, bien con su familia a París para ver la exposición universal y conocer la ciudad, o con su amigo Alcalá Galiano, con quien visitó Dinamarca, Holanda o Alemania. Galdós describe sus viajes con pinceladas, lo que sumado a diversas anécdotas y chistes, da agilidad a la narración. Para nosotros la evocación es clara: parece que el lector estuviese escuchando al escritor en la mesa de un café madrileño, contando sus andanzas.
El viaje en el que más repara Galdós es el de Italia, posiblemente porque volver a la cuna de la civilización latina, que a finales del XIX y principios del XX era una referencia entre los intelectuales, le impresionó más. También era un viaje iniciático, aunque sólo hacerse a edad más temprana que cuando lo realizó Galdós. Es muy interesante imaginarse al canario, tal y como él se describe, ascendiendo por las faldas del Vesubio para llegar a la cima del volcán y asomarse a su boca durante unos segundos. El escritor salió de allí mareado y apestado a azufre, pero también muestra el turismo incipiente que ya practicaba la burguesía europea a finales del siglo XIX.
Entre medias de todas estas chanzas y relatos de viajes, Galdós desliza algunos detalles sobre qué le impulsaba a escribir sus libros y cómo tenía tiempo de hacerlo entre aventura y aventura. Además, el escritor refleja en sus Memorias, aunque de forma muy somera, su paso por la política de finales de siglo XIX.
Este año, y cualquier otro, es ideal para leer o releer a Galdós; cualquiera de sus Episodios u otras obras como Fortunata y Jacinta, Miau, La Fontana de oro o Gloria. Pero también es un complemento indispensable acercarse estas Memorias de un desmemoriado para comprender, un poco más, al personaje canario que fue capaz de retratar el importante siglo XIX español y convertirse en un escritor universal en español.