El cerebro humano no es un fruto perfecto de la Naturaleza, a pesar de que lo parezca por las inmensas capacidades que posee. En El cerebro (Galaxia Gutenberg, 2017), Rob DeSalle e Ian Tattersall concluyen con contundencia que el órgano que gestiona nuestras vidas es un “apaño”, citando al investigador Gary Marcus: un producto evolutivo “torpe” pero efectivo para resolver los problemas a los que tenemos que enfrentarnos a diario.
Acostumbrados a analizar el mundo desde un punto de vista antropocéntrico, El cerebro pone en su sitio al Homo sapiens. Sin duda, somos la especie animal más avanzada de la Tierra en cuanto a la posibilidad de usar simbólicamente nuestro cerebro, pero somos imperfectos en comparación con otras especies animales. Los autores son categóricos: “ningún organismo ha evolucionado mejor que otro”.
A lo largo de sus páginas, DeSalle y Tattersall, ambos investigadores del Museo Americano de Historia Natural, desgranan lo que se sabe, y lo que no, sobre qué es el cerebro y cómo funciona. Así, se hace un repaso evolutivo sobre el cerebro y se compara con los de otros seres vivos y con los de nuestros antepasados. Ello permite a los autores detallar los conocimientos que se tienen sobre el órgano que rige nuestros actos, voluntarios e involuntarios.
A veces, el uso del lenguaje científico hace difícil seguir el discurrir de algunas partes del libro, aunque al final del mismo existe un glosario muy clarificador. Sin embargo, los investigadores han realizado un esfuerzo muy importante por usar comparaciones que hagan comprender a un lector medio los temas que se tratan y cómo funciona nuestro cerebro.
Especialmente interesantes son las partes del libro dedicadas a explicar qué son las neuronas, cómo trabajan y cuáles son los procesos químicos que se producen en las mismas. Esto nos lleva a la forma en que el cerebro transmite lo que percibimos por nuestros sentidos y cómo lo interpreta. La memoria y los recuerdos son otra de las cuestiones controvertidas, pero clarificadas con multitud de experimentos que nos han permitido comprender estas dos consecuencias cerebrales. La última parte del libro se dedica a desentrañar el proceso evolutivo del cerebro humano desde el primer Homo.
Por último, DeSalle y Tattersall resaltan un aspecto de importancia capital para comprendernos como especie. Todavía no se sabe cómo y por qué se produce el salto simbólico, es decir, la capacidad del Homo sapiens para representar el mundo a su medida, para interpretarlo y narrarlo en diferentes formas. Sí se ha logrado fijar con cierta exactitud en qué momento se da este “salto infinito” gracias al registro fósil y a las pinturas prehistóricas, por ejemplo. Aún queda por saber qué proceso desencadenó el nacimiento de la conciencia en el ser humano de sí mismo, de su entorno y de las cuestiones más trascendentes.
