La interrelación entre los diferentes discursos de los movimientos de derechas es evidente en todo el mundo. En el libro La internacional del odio (Editorial Icaria, 2020), el teólogo Juan José Tamayo identifica las claves de este discurso de odio, las similitudes entre las ideas de los diferentes mandatarios mundiales y las posibles formas de deconstruirlo. Tamayo bautiza a esta ideología como cristoneofascismo, un término que aglutina las palabras “cristo”, en referencia al soporte de las creencias cristianas; y “neofascismo”, por ser un tipo de fascismo nuevo, del siglo XXI. Con todo, este conjunto de ideas copia elementos de lo que es el fascismo tradicional.
El libro de Tamayo es muy interesante porque analiza cómo las fuerzas de ultraderecha han llegado al poder con discursos que hasta hace unos años eran minoritarios y nadie compartía de forma pública. De esta manera, Tamayo analiza el discurso de Trump, de Bolsonaro o de Santiago Abascal, el presidente del partido político español de ultraderecha VOX. Uno de los elementos comunes es el uso de la religión y los valores católicos como referente de una supuesta identidad cultural que une a todo Occidente. De aquí parten, como ramificaciones, los discursos que complementan al principal: el odio a los inmigrantes, que vienen a acabar con esta cultura católica o la deshumanización de los líderes de izquierda, que lo único que buscan, según este discurso, es destruir las estructuras sociales.
Como indicábamos al principio, Tamayo acuña el término cristoneofascismo para referirse al movimiento religioso que ha aupado a estos líderes al poder. Según el país, el apoyo “divino” proviene de la Iglesia Católica o de las Iglesias Evangélicas. Por ejemplo, en España Tamayo desbroza los vínculos del discurso de la Conferencia Episcopal con el de VOX. O el de la asociación ultracatólica Hazte Oír, una de las más beligerantes contra el aborto o la ley de eutanasia, los otros caballos de batalla de estos líderes y discursos.
Es muy relevante el análisis de Tamayo sobre la incidencia de los movimientos evangélicos en toda América y su poder económico, que han usado para apoyar a personas como Donald Trump, ex presidente de los EEUU, o Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. A través de ellos, las iglesias evangélicas han podido dar más visibilidad a sus mensajes y a sus políticas contrarias al feminismo o al matrimonio entre personas del mismo sexo. El último triunfo del cristoneofascismo ha sido el del Najib Bukele, presidente de El Salvador, también con fuertes vínculos con el evangelismo. El partido de Bukele ha arrasado en las últimas elecciones legislativas de El Salvador, casi eliminando a la oposición, con una plática contra los poderes establecidos, la corrupción y la violencia. Pero también haciendo uso de un poder casi dictatorial que no respeta el Estado de Derecho. El pueblo ha votado, pero Bukele no habría llegado hasta ahí sin el apoyo económico del evangelismo, quien ahora querrá que defienda su razonamiento contrario a la homosexualidad o al aborto, todavía penado en muchos países latinoamericanos.
Además de identificar estos mensajes, Tamayo también analiza cómo se construye y las vías para deconstruir este cristoneofascismo. Para finalizar, el teólogo sugiere distintas alternativas a los discursos de odio: la necesidad de encontrarse con los que son diferentes a nosotros, la tolerancia religiosa, el liderazgo de las mujeres y el destierro de la religión del ámbito político. Echamos en falta en el libro de Tamayo una investigación, aunque sólo hubiera sido discursiva, sobre la existencia de una causa común de todas estas soflamas. Puede suceder que unos movimientos se copien a otros o puede ser que un determinado grupo concreto insufle en todos estos líderes las mismas ideas.
