Alguien a quien conocí, de María Luz Morales

María Luz Morales hizo memoria y nos dejó los mejores perfiles de iconos culturales en la década de 1930.
Alguien a quién conocí, de María Luz Morales
Plaza de Cataluña en Barcelona | Foto: Archivo Regional de Madrid
Alguien a quién conocí, de María Luz Morales
Plaza de Cataluña en Barcelona | Foto: Archivo Regional de Madrid

Y su memoria se convirtió en retrato. María Luz Morales (1889-1980) fotografió en siete instantáneas los personajes más carismáticos que pasaron por el mundo y la España de la II República. Y lo hizo con su verbo. Gracias a la labor de María Ángeles Cabré se ha podido recuperar Alguien a quién conocí (Editorial Renacimiento, 2019), el libro que Morales escribió en la etapa final de su vida para poner en orden esos recuerdos y legarnos unos facetados magistrales de Marie Curie, Federico García Lorca, Gabriela Mistral, Paul Valéry, Víctor Català, Keyserling y André Malraux.

Y magistral no es un adjetivo poco adecuado por dos motivos. El primero tiene que ver con la concepción del propio libro. No son unos artículos en los que se hace una biografía o una referencia del personaje, más o menos documentada. María Luz Morales tuvo la suerte de conocer y tratar en persona a todos los figurines sobre los que escribe. En realidad, la periodista, que fue la primera mujer en dirigir un periódico en España (el diario La Vanguardia), nos traslada en su libro las conversaciones que mantuvo con estos personajes. Es decir, la imagen del protagonista nos llega por lo que dice y no por lo que dicen otros de él.

En segundo lugar, el libro de Morales es un ejemplo de lo mal que vendemos la cultura española. Si el producto viniese del mundo anglosajón y en la portada estuviese impreso, por ejemplo, el nombre de Gay Talese, estaríamos hablando de un maestro del reportaje, de “nuevo periodismo” o algo similar. Y María Luz Morales no tiene nada que envidiar a Talese ni en estilo ni en profesionalidad. Es por eso que el libro de Morales nos recuerda al de Retratos y encuentros de Talese. Cada uno en su tiempo y con sus personajes, pero iguales en la concepción: conocer a las figuras (de la cultura, del deporte, de las artes…) por lo que dicen, por cómo se comportan. Morales no fue una cualquiera, sino una de las periodistas culturales más importantes, y con mejores contactos de esa década que transformó el mundo de las letras, de la filosofía, de la tecnología y de todo aquello que hoy somos.

Morales tuvo dos privilegios. El primero fue desarrollar su carrera periodística en un momento histórico (el que va de 1929 a 1939) absolutamente fecundo en genialidad. En España se produce la eclosión que se ha llamado la Edad de Plata y García Lorca es el exponente de la misma en este volumen. Pero es que de Europa también llegaban aires renovadores y ahí están Curie, Keyserling o Malraux para atestiguarlo. El segundo privilegio de Morales fue poder practicar el periodismo antes de que la profesión se prostituyese hasta convertirse en la cosa que es hoy, deforme y maleable. Da envidia pensar que se podía entrevistar a Federico García Lorca sin intermediarios o que el mismo poeta-dramaturgo se presentase en tu casa para charlar. Algún día las facultades de Periodismo incluirán en sus programas de Historia del Periodismo, y en sus clases de redacción periodística, los libros de María Luz Morales o Manuel Chaves Nogales. Entonces podremos decir que la profesión tiene arreglo. Mientras tanto: Sálvames, Marcas, Confidenciales y mucho SEO.

Aunque todos los personajes que pasan por el libro de Morales son relevantes, porque permiten fijar una instantánea de un tiempo que murió con ellos, una especie a Arcadia cultural que no volverá a repetirse, es la figura de Lorca la más representativa de esta época. Imaginarse al poeta en casa de la plumilla, con la tarde pasando, las luces encendiéndose, los cláxones de los coches pitando en la Gran Vía y la genialidad sensible de un autor adelantado a su época produciéndose, casi en pantuflas y de la forma más normal del mundo, es una estampa que ni los autores del Romanticismo podrían evocar mejor que María Luz Morales. Y después de eso, la nada. El fin. La melancolía. Las guerras y su damnatio memoriae. Suerte (e inteligencia) que Morales sobrevivió al ninguneo al que fue sometida por la dictadura franquista para dejarnos Alguien a quien conocí.

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