Turismo en Cádiz y alrededores: qué ver y qué hacer

Lugares interesantes que hacen de Cádiz un imán en el Océano Atlántico. Fenicios y romanos han dejado sus huellas en una región que ofrece muy buena gastronomía, turismo de naturaleza y experiencias ligadas al mar.
Atardecer en la Playa de la Caleta de Cádiz | Foto: David Fernández
Atardecer en la Playa de la Caleta de Cádiz | Foto: David Fernández

Cuando los pies del dios Melkart se hicieron terrenales en lo que después sería Cádiz, el brazo potente que une la ciudad con la península ibérica aún no existía. Tres islotes conformaban el esqueleto de lo que con el paso de los años, la sedimentación y la acción del hombre, fue configurando una de las bahías más interesantes de España. Eritheia, Kothinoussa y Antípolis bautizó Plinio el Viejo a las islas Gadeirai, es decir, gaditanas. Y Cádiz creció, y prosperó, gracias al comercio marítimo. Primero, en su época fenicia, con los pueblos del Mar Mediterráneo (aunque el municipio es bañado por el Océano Atlántico, pero a sus puertas casi se ve el Estrecho de Gibraltar). Después, cuando la Edad Media tocaba a su fin, con el Nuevo Mundo descubierto para Europa por Cristóbal Colón. Y todavía más, a principios del siglo XIX fue la primera atalaya del constitucionalismo en España.

Por eso resulta extraño que Cádiz pase tan desapercibida hoy en día, a pesar de haber sido una de las ciudades clave en el desarrollo de la España moderna. Recorremos la ciudad antigua, con sus calles laberínticas y abigarradas, un núcleo en forma de puño, como nos explica Javier Benítez, gerente de Animarte Cádiz. De la fundación fenicia hace más de 3.000 años queda poco rastro, cosa que no sucede con los romanos, los otros moradores de esta tierra. Impresiona saber que el teatro de la ciudad romana aún pervive enterrado bajo el barrio del Pópulo, y que se puede ver en el centro de interpretación creado al efecto. Parece que Valvo el Mayor y el Menor ayudaron a Julio César en su campaña para hacerse con el poder, y el emperador les recompensó con el permiso para mejorar la ciudad romana de Gades.

Cádiz enterró a Gades

Entrar en el Barrio del Pópulo significa remontarse al Cádiz que afrontó las embestidas del mar, los piratas y los ingleses (no sabemos si estos dos términos se identificaron en algún momento histórico). Una muralla, que se fue elevando con el paso de los siglos por orden de Felipe II, protege la parte más vulnerable de la ciudad con su color amarillo y sus conchas y caracolas incrustadas. La piedra ostionera, extraída del Atlántico, ha servido para construir Cádiz como una simbiosis entre el mar y la arquitectura humana. El subsuelo de Cádiz sigue dando sorpresas y es un gigantesco cordón umbilical que conecta el presente con el pasado, como cuando se descubrieron dos sarcófagos fenicios, que se pueden contemplar en el Museo Arqueológico de la ciudad. O las catacumbas que Eugenio Belgrano está poniendo en valor para los ciudadanos y los turistas.

Y del submundo a las alturas. Porque el comercio de América giró alrededor de Cádiz, ciudad que tuvo la exclusiva del desembarco de las naves que procedían del otro lado del Atlántico. Lo perdió Sevilla por la difícil entrada que suponía San Lúcar de Barrameda con sus corrientes, donde desembocar el Guadalquivir, para los barcos y eso hizo que en Cádiz se erigiesen torres, como la Tavira, o la Bella Escondida, para avistar la llegada de los barcos e influir en el precio de las mercancías. El pequeño puño que es la ciudad llegó a contar con alrededor de 160 torres vigía, la mayoría adosadas a casas de comerciantes que se distribuían en cuatro pisos, como el de la calle San José, 25, donde nos recibe Luis López, fundador de Guideoapp, una aplicación para conocer Cádiz ayudados del móvil. En la parte inferior se encontraba el almacén y la zona de recepción de mercancías. La segunda planta servía de oficinas, mientras que la tercera era la vivienda del propietario y su familia, y la cuarta el piso del servicio.

El lecho nupcial del tabanco

La esencia de Cádiz no sólo se ha decantado en la historia que se filtra por sus piedras, sus murallas o su subsuelo. La provincia ofrece algunos de los maridajes más sensoriales: los que afectan al gusto, el oído y el olfato. Por ejemplo, el matrimonio del sonido flamenco con el vino fino de Jerez de la Frontera, que se produce en la cama nupcial de los tabancos. Abel García, de Marida Jerez, hace de lazarillo por estos locales que jalonan algunas de las calles de la localidad gaditana. El buen ambiente, el vino y la comida sencilla, pero rica y contundente, nos van conduciendo al principio de nuestra noche de bodas, que tendrá lugar en el Hammam Andalusí que gestiona Virginia González. Un baño y un masaje relajante para cumplir con el enlace carnal que pondrá el broche a nuestro compromiso.

Aunque conviene recordar que no hay bodas sin alianzas y de eso sabe mucho Antonio Collantes, el propietario de la Joyería Dolmen de Cádiz, donde los novios pueden fabricar las suyas. Es decir, por unas horas, la pareja que se va a casar tiene la posibilidad de convertirse en joyeros y dar forma al metal que rodeará sus dedos y enlazará sus corazones. Se trata de una experiencia casi obligatoria, incluso para los que no se casen, por lo transformadora. Porque de eso se trata, de transformar el basto metal en una pieza perfecta, circular, a base de fuego y trabajo físico. Sin duda una metáfora de cualquier matrimonio, por cuanto ninguna vida en común es sencilla ni está exenta de dificultades.

Hágase el banquete

Y uno de los máximos representantes de la cultura española es el toro. José María Ramos, director de Bull Watch Cádiz, nos espera a las puertas de la finca Jandilla, una propiedad de 700 hectáreas que pertenece a la familia Domecq. En un tiempo en que la mayoría de la población se está sensibilizando ante las corridas taurinas, Ramos defiende la necesidad y utilidad de la cría del toro. No obvia que en la mayor parte de las ocasiones el animal acaba en festejos, pero refiere que la existencia de este animal es necesaria para conservar un ecosistema natural que de otra forma no existiría ya. Es decir, que los ecologistas, que son antitaurinos comprometidos, tienen en el toro de lidia a un aliado perfecto para conservar la bella dehesa gaditana. En otro caso, esos campos se dedicarían al cultivo, rompiendo el ritmo ecológico de las tierras y el anidamiento de aves. Cuestión diferente es qué se hace con el animal en otros ámbitos.

La ruta por los tabancos está muy bien de aperitivo, como el rabo de toro que podemos probar en muchos de ellos, pero en Cádiz encontramos diferentes opciones. O hacérnoslo nosotros mismos en el showcooking de Umami, en Conil, o acudir al Hostal El Campito, donde Manuel Sánchez nos agasajará con una de las especialidades de la zona: el atún rojo. Se puede decir casi sin miedo a equivocarse que España disfruta del mejor atún rojo del mundo. Nieves de Ceuster, la propietaria del local, nos comenta que Conil es una de las zonas privilegiadas para la pesca del atún rojo, puesto que es la vía de paso de este pescado desde el Océano Atlántico hasta el Mar Mediterráneo. El mismo se sigue pescando con el arte tradicional de la almadraba y se hace en su momento de máximo esplendor, cuando el pez está más vitalista, antes de aparearse en el Mediterráneo. Y, si queremos es que una estrella Michelín alumbre nuestro banquete, lo mejor es acudir a La Curiosidad de Mauro, en Puerto Real. Cocina creativa con productos de la tierra.

Cómo moverse por Cádiz

Lo mejor para recorrer la provincia gaditana es alquilar un coche. Nosotros lo hemos hecho con Europcar y hemos usado un Audi A1 SportBack 1.4 TDI 90CV Ultra Design S-Tronic. Este vehículo dispone de una potencia de 90 CV y 4 cilindros. Su consumo urbano alcanza los 4 l/100 km; consumo extraurbano, 3,3 l/100 km; y consumo mixto, 3,6 l/100 km. Este Audi cuenta con cinco puertas y un maletero de 270 litros. Alcanza una velocidad máxima de 182 km/h y llega de los 0 a los 100 km/h en 11,6 segundos.

Para no perderse

  • Playa de la Caleta: es la única dentro del casco antiguo de Cádiz. Lo mejor es acudir al atardecer para disfrutar de una puesta de sol con colores imposibles. Y la cena en el restaurante Quilla, a muy poca distancia y que destaca por sus platos sabrosos y por su agenda de actividades artísticas, como exposiciones de fotografía o pintura.
  • Un pase por Viña Zarzuela, donde los chicos de Spirit Sherry nos explicarán todo lo que hay que saber sobre el vino de Jerez. Cómo se cultiva, cuáles son sus tipos o cómo se venecia.
  • Una cerveza Maier. Original y artesana made in Cádiz. En la fábrica dirigida por Eduardo Sánchez y sus socios podremos conocer cómo se elabora y catar las diferentes variedades con las que cuentan.
  • Amanacer en Cádiz con una carrera organizada por David Taboas, director del Hotel Convento Cádiz.

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