Qué ver en Lucena

El turismo por la “perla de Sefarad” descubre algunos secretos de uno de los pocos bastiones judíos en medio del dominio musulmán de la península ibérica. En esta localidad tuvo origen una de las mejores Escuelas Talmúdicas y fue capturado Boabdil, el último rey de Granada.
Sagrario de la parroquia de San Mateo | Foto: Caminos de Pasión
Sagrario de la parroquia de San Mateo | Foto: Caminos de Pasión

El sur de España es depositario del pasado musulmán, ya que los territorios que forman Andalucía fueron bisagra entre cristianos y árabes cuando buena parte de la península ibérica se encontraba bajo la égida de la media luna. Sin embargo, en medio de los azalás islámicos brillaba un municipio singular: Lucena. Esta localidad, integrada en la ruta Caminos de Pasión, fue uno de los pocos reductos judíos entre el marasmo musulmán.

Eliossana (“Dios nos salve”), como la llamaron los hijos del pueblo elegido, fue sede de una de las Academias de Estudios Talmúdicos más importantes del siglo XI. En 2006, la construcción de una carretera resucitó de su sueño milenario a los difuntos de Yavé que moraban en una necrópolis judía enterrada entre siglos de batallas y movimientos de tierras. Los cuerpos que se han hallado en esta necrópolis, que es visitable y cuenta con diferentes carteles para entender la historia del pueblo hebreo, datan del siglo XI y se ha podido comprobar que los enterramientos siguen el ritual de purificación judío.

Hacer turismo por Lucena, tierra de luz en hebreo, nos lleva obligatoriamente a su Castillo del Moral, museo etnológico y arqueológico, centro neurálgico de la cultura judía en la localidad. Con seguridad, de este enclave surgieron algunos de los mejores versos que dieron los estudiosos del Talmud. Los mismos expertos que fundarían en Toledo, kilómetros más al norte y cerca de los infieles cristianos, la escuela de interpretación de las sagradas escrituras.

Aunque Lucena estaba habitada mayoritariamente por judíos, su día a día entre los siglos IX, cuando se tiene conocimiento de su existencia, y XII se desarrollaba bajo el mandato musulmán de los almorávides y después de los almohades (para una versión novelada se puede leer El ejército de Dios). Ambas corrientes interpretaban el Islam de forma rigorista, por lo que fue un periodo de decadencia cultural y económica. Muchos echaron de menos la época dorada de Al-Andalus, el Califato de Córdoba y los posteriores reinos de taifas, que permitieron una pervivencia religiosa en sus territorios. Bajo esta presión rigorista, que no permitía infieles, los judíos de Lucena tuvieron que emigrar hacia Toledo, ciudad en la que se les permitió asentarse y donde recalaron con su sabiduría talmúdica y su cuidado por la poesía. También con su forma de hacer negocios y crear prosperidad.

Necrópolis judía de Lucena | Foto: David Fernández
Necrópolis judía de Lucena | Foto: David Fernández

“La perla de Sefarad” quedó atrás, en manos musulmanas, aunque con detalles de la cultura judía que, de forma rara, fueron respetados por los extremistas religiosos. Por ejemplo, el Escudo del Moral, en la propia fortaleza, preservada por su valor militar, con detalles cabalísticos. Además, Lucena seguiría siendo noticia en la historia de la península, puesto que fue allí donde Boabdil, el último caudillo del reino de Granada, fue apresado y encerrado en la Torre del Homenaje, antes de ser presentado ante los Reyes Católicos para rendir el último trozo de poder musulmán en Iberia.

Recorrer la Lucena judía difiere de otras ciudades con un pasado similar. No hay una aljama o barrio judío como tal, porque toda Lucena era judía hasta la expulsión definitiva de sus habitantes por los musulmanes. En esta visita apresurada se puede acceder a la Iglesia de San Mateo, que fue sinagoga, pero también mezquita. No queda rastro de su pasado judío, pero es punto de interés y hoy templo católico que recibe este nombre por el día en el que las tropas cristianas tomaron la ciudad. En él destaca la portada de la Virgen, una escultura de Gerardo de Castro con una bonita leyenda con el Diablo de por medio, y en el interior el Sagrario, con una decoración barroca apabullante. Este último data del siglo XVIII, con inspiración del arquitecto municipal Leonardo Antonio de Castro y que es considerado una de las joyas del barroco cordobés. Al menos la ciudad no ha perdido el ímpetu cultural que sus primeros moradores le imprimieron con el estudio de las Sagradas Escrituras.

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