Halloween: costumbres, disfraces y juegos

La fiesta de Haloween, esa costumbre que nos parece tan americana de disfrazarse y pedir caramelos la noche del 31 de octubre, no podría ser más europea. Proviene nada menos que de los antiguos celtas y tiene más de 2.500 años.

Esa costumbre que nos parece tan americana de disfrazarse y pedir caramelos, la noche del 31 de octubre, no podría ser más europea. Proviene nada menos que de los antiguos celtas y tiene más de 2.500 años. El año celta terminaba el 31 de octubre, según nuestro calendario, y el ganado era conducido de los prados a los establos.

La tradición cuenta que los espíritus podían salir de sus sepulturas y apoderarse de los cuerpos de los vivos para volver a vivir. Si los mortales no accedían a sus peticiones se exponían a conjuros, maldiciones y travesuras, de ahí viene la famosa frase “Truco o trato”. Para evitarlo, los celtas ensuciaban sus casas con calaveras, huesos y todo tipo de materiales tétricos y desagradables, y también se disfrazaban de monstruos para asustar a los muertos y que pasasen de largo.

Tras la invasión de los romanos, ambas culturas se mezclaron y la fiesta de los muertos se fusionó con las fiestas romanas de Pomona, dedicadas a la diosa de la fertilidad, de tal manera que la tradición celta pudo sobrevivir conservando gran parte de sus ritos.

Como en todas las celebraciones populares, la Iglesia Católica decidió sincretizar sus santos con los dioses paganos y sustituyó Sambain (que así se llamaba entonces) por el Día de Todos los Santos. En inglés es el All Hallows’ Day y la noche anterior es la All Hallows’ Eve, de donde posteriormente salió Halloween.

La fiesta llegó a los Estados Unidos gracias a los emigrantes europeos del siglo XIX, pero no se popularizó hasta 1921 en Minnesota, desde donde se fue contagiando a otros estados y después se internacionalizó gracias a la televisión. Pero esto aclara que Halloween no es una fiesta americana, ni mucho menos.

Algunos elementos típicos y sus leyendas

La calabaza. Jack, un irlandés juerguista y bebedor, se encontró con el diablo en una taberna, la noche del 31 de octubre. El demonio quiso llevarse su alma  y Jack se la vendió a cambio de un último trago. Satán se convirtió en una moneda para que pagara su cerveza y el irlandés, astutamente se la metió en el bolsillo junto a un crucifijo que llevaba, impidiendo así que el diablo escapara. Finalmente lo liberó bajo la promesa de que no volvería a pedirle su alma hasta pasado, al menos, 10 años. Y el diablo no tuvo más remedio que acceder.

No obstante,  transcurrido ese tiempo, ambos volvieron a encontrarse y Jack accedió a irse con el diablo, si éste le bajaba una manzana de un árbol muy alto. Cuando el demonio saltó sobre la copa del manzano, Jack dibujó a toda prisa una cruz en el tronco, impidiéndole otra vez que pudiera bajar. Así el diablo fue liberado con la promesa de no volver a pedir el alma de Jack ni aceptarla en ningún caso.

Cuando Jack murió, las puertas del cielo le fueron cerradas por su mala conducta en vida. De modo que cuando trató de entrar en el infierno, el diablo lo envió de vuelta recordándole su promesa. El camino de vuelta era tan oscuro que el demonio le regaló un carbón encendido para alumbrarse. Jack lo colocó sobre el nabo que se iba comiendo para que no se apagara, ya que sabía que estaría condenado a vagar en las tinieblas eternamente.

Por eso, los pueblos célticos ahuecaban los nabos para introducir carbones encendidos en su interior e iluminar así el camino a casa para sus difuntos queridos, a la vez que se protegían de los malos espíritus. Hasta que los irlandeses que llegaron a América conocieron la calabaza, más grande y fácil de vaciar. Ese sería el nuevo candil de Jack.

Truco o trato. Esta costumbre nace de la persecución de los protestantes contra los católicos en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII. Como consecuencia de estas persecuciones el rey Jaime I y su Parlamento (protestantes todos ellos) fueron víctimas de un intento de atentado fallido, ya que uno de los conspiradores, Guy Fawkes, delató a sus compañeros bajo tortura. Igualmente lo ejecutaron.

Esto dio lugar a una fiesta burlesca parecida al carnaval. Los luteranos, para celebrar la fecha en que se descubrió la traición, se disfrazaban con máscaras terroríficas y entraban en las casas de los católicos para exigir cerveza y dulces que, si no se los daban, se exponían a cualquier tipo de represalia. Hacemos un trato, tú me das lo que te pido y yo no te asusto: truco o trato.

Costumbre que también se exportó a Estados Unidos con el nombre del día de Guy Fawkes pasándose al 31 de octubre. Actualmente  son sobre todo los niños los que se disfrazan para salir a pedir caramelos por las calles de la ciudad, seguramente sin saber que celebran el día de la traición.

Otra leyenda cuenta que en la Europa del siglo IX  cada 2 de noviembre los cristianos iban de pueblo en pueblo pidiendo “tortas de alma”, es decir, pan dulce cortado en trozos. Y cuantos más pedazos recibían más prometían rezar por las almas de los familiares fallecidos de aquellos que se las habían regalado. Más tarde esta costumbre derivó en la idea de que los celebrantes, disfrazados de muertos, iban de casa en casa recolectando comida, que posteriormente se ofrecería a los muertos.

Costumbre que actualmente se sigue perpetuando en países centro y sudamericanos, como México, donde se construyen pequeños altares llenos de comida y ofrendas para que los muertos, al volver a nuestro mundo, tengan con qué alimentarse y no se vuelvan contra los vivos.

Las hogueras. Esta historia tiene miga. Se cuenta que los druidas, durante la noche del 31 de octubre, encendían una hoguera gigante para celebrar el año nuevo. La nueva vida y, por tanto, una oportunidad para aumentar sus poderes. Para ello quemaban animales y seres humanos como sacrificio al dios Sol y a Sambain, la divinidad de la muerte.

Para la ceremonia la gente se disfrazaba para ahuyentar a los malos espíritus, vistiéndose ellos mismos así para evitar ser atacados. Para ello utilizaban pieles de animales y cabezas o máscaras con sangre, que durante la ceremonia se iba coagulando, cuanto más espantoso mejor.

Y entonces practicaban la adivinación, saltaban las llamas o las atravesaban, bailando y cantando. Tradición de la que sólo ha quedado la intención de disfrazarse aunque el tipo de disfraz haya evolucionado mucho.

Las manzanas. La tradición de morder la manzana viene como símbolo de fortuna. Para empezar, la primera persona que consigue morder la manzana (atada con un hilo y colgando del techo) sin usar las manos será la primera en casarse el año siguiente, y a ver quién es el valiente que juega.

Después se pela la manzana, tratando de que salga una sola monda de la piel, lo cual será un signo de la longitud de la vida de la persona.

Aunque sobre las manzanas y los espejos hay un sinfín de supersticiones que aseguran que si cumples un rito concreto con estos objetos, obtendrás la respuesta a una pregunta o bien, en el propio espejo se te mostrará la imagen de aquello que debes saber.

Por último, en Escocia se suelen colgar las manzanas de las puertas y si alguien las toca o las tira al suelo durante la noche de Halloween, su destino será morir ese mismo año.

Los gatos negros. Para otras culturas han sido objeto de culto, pero para los celtas, significaban todo lo contrario. Es un animal diabólico que inspira un miedo muy particular. Unos pensaban que los gatos negros eran personas a las que los malos espíritus habían convertido en gatos, con lo que se decía que los gatos eran personas malditas.

Pero también se cuenta que los gatos negros no son más que el disfraz que utilizaban las propias brujas para pasearse tranquilamente por el mundo de los vivos y no ser reconocidas. De hecho, la diosa céltica Wicca (de donde procede la palabra en inglés Witch, es decir, bruja) se convirtió en gato negro para poder cometer incesto con su propio hermano: Lucifer.

De ahí también viene la tradición que advierte de que cruzarse con un gato negro en la noche de Halloween, trae muy mala suerte, aunque, como en todo, hay un remedio, que es el de dar siete pasos hacia atrás, por el mismo camino que se ha venido. Y la maldición se romperá…

Las brujas. Tradicionalmente los akelarres en los que las brujas compartían sus hechizos y recetas sobre la magia negra tenían lugar dos veces al año: el 30 de abril y el 31 de octubre. Esta reunión era convocada por el mismísimo Satanás y ellas acudían velozmente sobre sus escobas. Así, como conocedoras de la magia, se las consideraba poseedoras de la  máxima sabiduría.

Las brujas son adoradoras de las deidades de la naturaleza y poseen talismanes vivos (como los búhos, gatos y serpientes) y símbolos con los que pueden extraer y potenciar todo tipo de poderes.  Es decir, invocan a espíritus malévolos y estos se introducen en el cuerpo de ese animal, que pasa a ser un talismán para ellas.

De hecho, como decíamos anteriormente, la palabra bruja, es decir, witch en inglés, deriva directamente del término celta wicca, que quiere decir sabio.

Platos típicos de Halloween
  • Huesos de santo
  • Panallets
  • Yemas de Santa Teresa
  • Buñuelos de viento
  • Brownies con castañas
  • Pastel de Malvira
  • Tortilla de huevos de Samantha
  • Gratinado de patatas de Salem
  • Galletas de Halloween
  • Calaveras de chocolate o azúcar
  • Pastel de calabaza
  • Pastelitos de ojo
  • Dedos de bruja

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