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A diferencia de una obra de teatro o un ballet, que se puede representar en cualquier lugar del mundo, los edificios son la ciudad tanto como la ciudad los edificios. Y la urbe se define y representa por ellos.

¿Quieres ir a París a ver el Louvre? ¿Visitaste Egipto para ver las pirámides? Millones de visitantes elijen destino cada año motivados por intereses culturales, principalmente artísticos. Y las administraciones públicas y fundaciones privadas hacen un gran esfuerzo para contratar artistas de prestigio que proyecten sus ciudades al mundo. Un caso especial es el de la Arquitectura (sí, con mayúscula). A diferencia de una obra de teatro o un ballet, que se puede representar en cualquier lugar del mundo, los edificios son la ciudad tanto como la ciudad los edificios. Y la urbe se define y representa por ellos. La Torre Eiffel, la Sagrada Familia o el Taj Mahal son símbolos de las ciudades en la misma medida que las ciudades que les vieron levantarse influyeron sobre ellos en su construcción.

Hoy en día, seguimos el mismo patrón: “los” Guggenheim, la Ópera de Sidney o el complejo de edificios de Brasilia son las edificaciones mediante las que se pretende dar muestras de modernidad y atraer a los turistas. Austria ha realizado en los últimos tres lustros un gran esfuerzo por fichar a primeras figuras del panorama arquitectónico internacional y elegir mediante concurso proyectos que representen a sus ciudades. Merece la pena el viaje.

Bergisel Ski Jump en Innsbruck

1999. El trampolín de saltos de esquí de esta ciudad alpina, construido en 1927, ya no cumple con los estándares internacionales, por lo que se convoca un concurso para construir uno nuevo y reformar todo el anillo deportivo en el que se aloja. El proyecto es complejo, porque debe incluir una terraza y una cafetería en la parte alta del trampolín, en la zona antes reservada exclusivamente a los saltadores y la organización.

La arquitecta bagdadí Zaha Hadid gana el concurso y su construcción finaliza en 2002. El proyecto consiste en una torre de hormigón y cristal con accesos diferenciados para cumplir el contrato público-privado. Aloja en su parte alta un espectacular mirador sobre los Alpes desde la cafetería. De esta forma, la instalación permite su uso todo el año. Completa el proyecto la rampa verde, que, volando sobre la ladera de la colina de Bergisel, se separa de ésta produciendo el dinamismo propio del deporte.

Forma un magnífico conjunto que aporta valor arquitectónico a la ciudad, convirtiéndose en su nuevo símbolo, y va más allá de la función básica deportiva que en principio parecía que requería el proyecto.

Conjunto de metro y funicular de Innsbruck

Al igual que el trampolín de esquí, las instalaciones de metro y funicular de Innsbruck databan de los años 20. Para la puesta al día del sistema se recurrió otra vez a Zaha Hadid (ganadora del Premio Pritzker en 2004, considerado el Nobel de la Arquitectura). El proyecto se desarrolla en dos partes. Por un lado, la modernización de las estaciones de Hungerburg, Seegrube y Hafelekar, declaradas Monumentos Nacionales, que quedaron perfectamente integradas en el nuevo proyecto. Por otro, la construcción de un tren cremallera y las nuevas estaciones que llevan desde el centro de la ciudad a 4 de las 9 estaciones de esquí que rodean Innsbruck.

En esta parte del proyecto destacan principalmente las cubiertas de acceso. Son formas orgánicas “aladas” de cristal que permiten una integración perfecta tanto en sus entradas urbanas como las que están en la montaña. De formas alabeadas, limitan suavemente el contorno de la estación y juegan con ambigüedad con el interior-exterior de forma sutil. Los recorridos interiores se enlazan sin que en ningún punto se tenga la perspectiva completa de la infraestructura. Parece que se acortan los recorridos. De forma magistral.

Así, Innsbruck se convierte en la única ciudad europea que cuenta con accesos directos desde el centro de la ciudad hasta las estaciones de esquí,  a donde puedes llegar en 25 minutos. Vuelve a ser la capital europea del esquí y de los Alpes. Y no sólo se aprovecha en invierno, porque también en verano es punto de encuentro para senderistas y amantes de la naturaleza. De hecho, en la falda de la montaña se pueden encontrar numerosos miradores y algunas cafeterías, donde con un poco de suerte, se pueden disfrutar saltos en parapente.

Museo de Arte en Graz

Más controvertida y radical fue la propuesta de Spacelab (Peter Cock y Colin Fornier) para el Museo de Arte de Graz, un pabellón de exposiciones itinerantes con biblioteca y cafetería. Proyectaron un edificio con forma orgánica tan distinta a convencionalismos que los habitantes de Graz lo bautizaron como “ballena”, “alien amistoso”, “burbuja azul” o “erizo artístico”.

Sobre una base rectilínea acristalada emerge un edificio oblongo de plexiglás, con salientes en forma de venas cortadas que hacen las veces de lucernarios, buscando la luz del norte, y ventanas en las que se enmarcan vistas concretas. Remata el edificio una pasarela que hace de área de descanso y mirador sobre la zona y el río Mur.

El edificio se inauguró en 2003, año en que Graz fue Capital Europea de la Cultura, y con este centro de arte se presentó al mundo, como lo hizo Londres con la Tate Gallery y Bilbao con el Guggemheim.

Aiola Island Bridge en Graz

A escasos 200 metros del Museo de Arte de Graz encontramos una isla artificial, que como aquél, se construyó en 2003. La idea del proyecto cose literalmente la herida de la ciudad: hasta entonces Graz estaba partida por el río Mur.

Fue proyectada por el neoyorkino Vito Acconci como media concha que flota sobre el río y está unida mediante pasarelas a las dos orillas. Entre sus servicios cuenta con una cafetería, un anfiteatro y un parque infantil, que en su conjunto da servicio a 300 personas. Su estructura se basa en una retícula articulada de nudos y tensores metálicos. Aunque fue proyectada para ser desmontada un año después de su construcción, su influencia sobre la ciudad y el cariño que sus habitantes le profesan han hecho que se quede indefinidamente.

Hangar-7 en Salzburgo

En las afueras de Salzburgo, entre la ciudad y el aeropuerto, se encuentra uno de los templos de los aficionados a la velocidad: El Hangar-7, el museo de Red Bull. La bebida energética patrocina todo tipo de deportes, siempre que la adrenalina esté garantizada: F1, rallies, motociclismo, parapente. En el museo se encuentra incluso un Douglas DC-6B, un avión con una envergadura de 36 metros para saltos acrobáticos.

Para alojar todos los vehículos, el arquitecto Volkmar Burgstaller proyectó una gran cúpula de acero y vidrio con forma de ala. Enfrente de él se encuentra el edificio con las aeronaves que habitualmente surcan los cielos. En la entrada encontramos los servicios típicos: bar de moda y espacios para la exhibición de arte contemporáneo. Una de las cosas que más llama la atención es la pasarela que recorre perimetralmente el edificio, ascendiendo hasta la parte alta y central de la burbuja, donde se encuentra un bar ¡con el suelo de cristal! Desde donde contemplar los vehículos: asombroso.

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