Las cadenas del destino, de Sebastián Roa

Sebastián Roa refleja con bastante rigurosidad la batalla de las Navas de Tolosa (1212), uno de los momentos históricos que sirvieron para contener el avance imparable del islam radical en el continente europeo. Por Viajesdeprimera.com.
Portada de "Las cadenas del destino"
Portada de "Las cadenas del destino"

Aunque Arturo Pérez Reverte concluye que hay 17 Navas de Tolosa, la definición de la Batalla de 1212  debería resaltar que fue el enfrentamiento de tres reyes españoles –entendiendo la España del siglo XIII como la unidad geográfica de origen romano- contra las tropas extremistas almohades llegadas a la Península Ibérica desde el Norte de África. ¿Y bien?, pueden decir ustedes. Es la Edad Media, el periodo de la guerra sangrienta por excelencia. Sí. Pero lo que hace única a la Batalla de Las Navas de Tolosa –Jaén- es que logró unir en un mismo bando a tres soberanos secularmente enfrentados y que sus fuerzas –menores en número- expulsaron de manera definitiva a uno de los ejércitos más poderosos –por número de efectivos y fanatismo- de su época.

Argumento y resumen de Las cadenas del destino

En Las cadenas del destino (Ediciones B, 2016) –última novela de la trilogía almohade- Sebastián Roa plantea con detalle el proceso político y diplomático que desembocó en esa unicidad de fuerzas, en las delicadas relaciones establecidas entre los distintos reinos tras el desastre de la Batalla de Alarcos (donde terminaba la novela anterior, El ejército de Dios) y la evolución particular del Imperio almohade tras la muerte de su último gran líder, Abu Yusuf Yaqub al-Mansur, al-Mansur, el victorioso. La culminación de las intrigas y desavenencias está, claro, en la Batalla de las Navas de Tolosa misma, donde hoy se reviven esos acontecimientos gracias al Museo de la Batalla de Las Navas, desde donde se organizan recorridos explicativos por el que fuera el campo de batalla medieval, poco ventajoso para los cristianos, más motivados por unos líderes necesitados de éxito y capaces, por una vez, de hacer piña en torno a una causa común, que para muchos fue determinante a la hora de impedir la islamización de la Península.

Con la combinación de personajes ficticios y reales a las que ya nos tiene acostumbrados y la experiencia que da el haberse bregado con la novela histórica medieval en dos títulos anteriores de la misma saga y otros dos más previos (Venganza de sangre y El Caballero del Alba), Sebastián Roa alterna ágilmente la acción en los distintos escenarios de interés (ciudades, monasterios, castillos y campos de batalla) y dibuja –dramatizándolos- los perfiles humanos de reyes, obispos y guerreros. El mosaico resultante es emocionante y bastante riguroso. Como siempre, las licencias literarias se explican al final, en unas páginas tan de obligada lectura como todas las anteriores.

Las mujeres en la Edad Media

Los personajes femeninos principales superan, por fin, las tradicionales turgencias y pestañeos, a través, sobre todo, de la reina Leonor Plantagenet –esposa del rey castellano Alfonso VIII- y trasladan la idea de la importancia que tuvieron las mujeres en la Edad Media, pese a todas las limitaciones, a través, por ejemplo, de instituciones como el Infantazgo, o de influencias como las que ejerce también María de Montepellier –pese a toda la conmiseración que provoca en Roa y sus lectores. La judía Raquel –de cosecha del autor- justifica el ingrediente erótico que todo libro de alcance –como las películas- parece necesitar; aunque también apaña la presentación de otros aspectos sociales de interés, tanto en tierras cristianas como musulmanas.

El Cantar del Mío Cid

Aunque con grandes dosis de invención, la inclusión del Cantar del Mío Cid como altavoz promocional para captar voluntades –nobles y plebeyas- para la causa de la Cruz –a lo que contribuyó la bula papal de Inocencio III que también daba candela a los cátaros- está basado en teorías históricas concretas y contribuye a enriquecer las lecturas de Las cadenas del destino, porque introduce aspectos de la vida monacal, la actividad de los copistas, la censura, las influencias de la cultura popular y el paulatino uso del romance en lugar del latín o las relaciones entre el poder eclesiástico y el seglar.

El envoltorio de todos estos aspectos hace de Las cadenas del destino (la que unen simbólicamente a los reyes pero también las que juntan hasta la muerte a los gigantescos escoltas negros del califa almohade, los Ábid alMajzén) una novela atractiva y solvente; quizá la que más de la trilogía almohade, lo cual confirma que Sebastián Roa ha batallado como pocos con un periodo que, seguro, dará paso a otros, quizá más antiguos.

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