Historias de Pekín, de David Kidd

El profesor estadounidense David Kidd relata el paso entre la sociedad china, mítica y legendaria, a un sistema comunista que no dudó en exterminar la cultura milenaria del país.
Mao Zedong, presidente de la República Popular China
Mao Zedong, presidente de la República Popular China
Mao Zedong, presidente de la República Popular China
Mao Zedong escribiendo el futuro de la Nueva China

China es un mundo a parte, fascinante y todavía muy desconocido para el público occidental, a pesar de que en pocos años será la primera potencia económica, social y militar del globo. Por eso, comprender su evolución y de dónde vienen los gobernantes actuales y sus decisiones es un asunto capital. Historias de Pekín, libro escrito por el profesor de Cultura China David Kidd (y editado en España por Libros del Asteroide) sitúa su relato en uno de los momentos clave del país asiático: la llegada de Mao Zedong y el Partido Comunista al poder en 1949, tras la derrota del general Chiang Kai-shek.

El libro de Kidd no es un compendio de historia china, no nos remonta a la época imperial, ni nos describe las transformaciones de un país feudal a otro medianamente moderno a principios del siglo XX. Al contrario, Kidd se centró en un periodo muy concreto, sin dar un contexto explícito sobre lo que había sido China con anterioridad. A través de anécdotas y fotografías verbalizadas, el autor estadounidense nos descubre el afán totalizador e igualador del comunismo chino para destruir su propia cultura milenaria.

Kidd llegó a Pekín en 1946 tras licenciarse en cultura del país asiático, atraído por aquello a lo que había dedicado sus años de estudio. La cultura, la religión, las costumbres, todos los atributos heredados de la época imperial, con un feudalismo aún latente en las mentes y los comportamientos de los chinos. Pero es que el profesor aterrizó en un momento convulso, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en la que China había sufrido bajo la invasión japonesa, y con un estamento político dividido y en guerra civil entre las élites más tradicionales, que eran partidarias de una democratización progresiva del gigante, y los defensores del comunismo, que usaban la Revolución rusa de 1917 y la creación de la URSS como ejemplo a lo que debía aspirar China.

Uno de los capítulos es muy sugerente a la hora de mostrar este paso radical al comunismo y el “efecto Atila” que provocaba en las mentes de los ciudadanos. Kidd se casó con Aimee Yu, hija de un antiguo presidente del Tribunal Supremo chino. La familia era acomodada y disponía de bienes y objetos de valor histórico y cultural incalculables. Entre estos objetos se encontraban un conjunto de quemadores de incienso, fabricados con esmero y cuya característica principal era que, desde que salían de la fábrica, siempre estaban encendidos. Esto les otorgaba una vida y un brillo especial, que perdían si se apagaban. Pues bien, la hija de uno de los sirvientes, adoctrinada en la escuela por el nuevo credo comunista, decidió apagar estos quemadores, que para ella simbolizaban la antigua China. Más allá de la pérdida de valor de estos objetos, la anécdota es una metáfora sobre la tábula rasa que pretendía el poder comunista. Uno de los objetivos de la revolución era exterminar los antiguos cultos imperiales y la belleza que había ido cristalizando durante siglos para implantar un igualitarismo analfabeto. Daba igual si se perdía la rica cultura china, lo importante era crear la ilusión de que todos los ciudadanos eran iguales, que no había superiores e inferiores.

Y así, cada capítulo es una fotografía en la que Kidd contrapone la cultura, tradiciones, leyendas y mitos de la China histórica, con la barbarie que empezaban a imponer los comunistas de Mao Zedong y que tendría uno de sus momentos culmen en la denominada “revolución cultural” y que no fue más que el exterminio de la cultura china y de los que representaban el antiguo régimen. En conclusión, Kidd trata temas que se repiten constamente en la Historia, como si el ser humano no aprendiese. Incluso todavía hoy a muchos les gustaría acabar con manifestaciones culturales e históricas porque no se adaptan a sus limitadas concepciones mentales y políticas.

1 comentario
  1. Apuntado queda, aunque después de leer Mao, la historia desconocida, de Jung Chang y Jon Halliday, pocas ganas quedan de volver a sumergirse en aquel horror. Muy acertada la descripción sobre lo que realmente consiguió el Comunismo (la creación de una ilusión igualitaria, nunca una realidad, como se está comprobando ahora, al menos en Occidente), y no sólo en el gigante asiático.

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