El discreto heterodoxo: Luis de Usoz, de Manuel Serrano

Luis de Usoz será recordado por ser uno de los pocos intelectuales del siglo XIX que defendió la libertad de religión, que era como defender la libertad de pensar como uno quiera.
Biblioteca de libros antiguos | Foto: Pixabay

Biblioteca de libros antiguos | Foto: PixabayLuis de Usoz ha pasado desapercibido en la Historia española, como tantos otros personajes, a pesar de su aportación al acervo bibliográfico y lingüístico. La exposición “La librería secreta de Luis de Usoz” en la Biblioteca Nacional y el libro El discreto heterodoxo (Editorial Almuzara, 2016) de Manuel Serrano han servido para recuperar su memoria y explicar cuál fue su legado.

Usoz debe ser recordado, y estudiado, por su recuperación de los reformistas españoles prohibidos y perseguidos por la Inquisición. Estos reformistas son los autores que defendieron en sus escritos las ideas de la Reforma de Martín Lutero y que se opusieron al poder y los privilegios que disfrutaba la Iglesia católica en España. Y es tanto como decir que la labor de Usoz, en un siglo XIX lleno de censuras y pasos en falso en la llegada de libertades civiles, fue la de reclamar el privilegio de pensar como uno desease y de poder comunicarlo sin miedo a represiones.

Luis de Usoz, burgués bien acomodado y de ideas liberales en el sentido auténtico del término, no el pervertido de la actualidad, sufragó de su propio bolsillo la edición de la Biblioteca de Reformadores Españoles. Usoz tenía un doble objetivo. Primero, que los escritos de estos autores no se perdiesen en el olvido por la proscripción de la Iglesia. Segundo, que las generaciones futuras pudiesen conocer que, en contra de lo que se ha defendido hasta bien entrado el siglo XX, el pensamiento religioso español no ha sido un bloque a favor del catolicismo.

Manuel Serrano cuenta las peripecias de Usoz, y su amigo británico Wiffen, para encontrar los libros, generalmente en bibliotecas públicas y privadas de media Europa, copiarlos, editarlos e introducirlos de contrabando en España. Esta historia se desarrolla en la España de mediados del siglo XIX, que está naciendo al liberalismo y al constitucionalismo, pero con graves defectos, como una inexistente libertad religiosa, entre otras. Ello conllevaba que la actividad de Usoz estuviese prohibida y perseguida, lo que le hacía tomar todo tipo de cautelas.

El trabajo de Usoz fue una evidente censura a los Gobiernos y los monarcas españoles de la época. El intelectual criticó la desidia de los gobernantes, incapaces de recuperar muchas de estas obras protestantes de las bibliotecas del extranjero o de las nacionales, para catalogarlas y hacerlas públicas. La mayoría de estas joyas literarias salieron de España durante la Guerra de la Independencia librada contra Francia y se subastaron en Europa por cantidades irrisorias. Luis de Usoz no sólo se limitó a editar las obras perdidas, sino que realizó estudios que incorporó a las mismas, para explicar y contextualizar las intenciones del autor y cuál fue su importancia.

Con todo, el discurso más importante de Usoz en la recuperación de los autores españoles protestantes fue la feroz crítica por la inexistente libertad religiosa. Se ha calificado a Luis de Usoz de cuáquero, aunque sus materiales personales no permiten inferir con qué confesión se encontraba más a gusto. Sí se sabe con toda certeza que aborrecía la Iglesia católica. Y que era un liberal en cuestiones religiosas. Para Usoz, la Iglesia de Roma era la principal causa de una España inculta y atrasada. Denunciaba la hipocresía del clero, sus elevados privilegios y el secuestro de las mentes y la cultura. Por eso, la obra de Usoz es un canto a la libertad y contra el pensamiento único. Una posición vital trasladable a la actualidad, con un mundo de mensajes prefabricados en el que se nos indica qué debemos pensar, cómo y cuándo.

Manuel Serrano hace un laborioso trabajo en su libro. A través de cartas del propio Usoz, de los estudios sobre sus libros editados, y de otros papeles de este intelectual, reconstruye su periplo vital por el siglo XIX español, tan poco y mal estudiado. Así sabemos que Usoz no sólo fue editor, sino un apasionado de las lenguas. Él creó el primer diccionario caló-castellano. Y es que Usoz era un apasionado del lenguaje de los gitanos, que consideraba provenía del sánscrito. Otro de sus “trabajos de Hércules” fue la intención de editar una Biblia traducida directamente del hebreo, idioma que Usoz controlaba. De forma inteligente, y desinteresada, la viuda de Usoz donó la bilbioteca y los papeles personales del intelectual a la Biblioteca Nacional en 1873 y hoy son accesibles.

El libro se completa con los primeros años de vida de Usoz, quien nació en las colonias americanas y cuyo padre fue un eminente jurista. En su infancia le tocó vivir las revoluciones americanas que acabaron con la independencia de España y las acusaciones contra su padre de participar en esas revoluciones del lado de los alzados. Sólo un defecto queremos resaltar del libro escrito por Manuel Serrano: las constantes faltas de acentos en muchas palabras y determinadas expresiones poco depuradas que complican el tránsito por el texto. Un aspecto curioso en una obra sobre un intelectual que cuidaba el lenguaje hasta la extenuación y que se podría haber evitado con un buen editor, de los que cada vez quedan menos.

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