Crónica secreta de la Constitución, de Soledad Gallego-Díaz y Bonifacio de la Cuadra

El libro ‘Crónica secreta de la Constitución’ desmenuza el proceso de creación de la Carta Magna que ha dado el mayor periodo de paz y prosperidad a España.
Constitución española | Foto: Congreso de los Diputados
Constitución española | Foto: Congreso de los Diputados
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La Constitución española de 1978 es una de las de mayor duración en la historia constitucional del país mediterráneo. Y para saber cuál es la clave de este éxito es imprescindible leer Crónica secreta de la Constitución (Editorial Tecnos, 2018) de los periodistas Soledad Gallego-Díaz, actual directora del diario El País, y Bonifacio de la Cuadra. No es un libro nuevo, sino una reedición de la obra que los dos autores publicaron en 1989.

Pero que sea veterano no significa que carezca de actualidad, sobre todo en el año en que se celebra el 40 aniversario del texto constitucional que condujo a España de la dictadura a la democracia. Este libro es todavía más pertinente en un momento en que los nuevos partidos como Podemos, Ciudadanos o Vox hablan de la reforma de la Constitución o de la aprobación de una nueva Carta Magna. Aquellos que se sumerjan en la obra de Gallego-Díaz y De la Cuadra entenderán que esta propuesta es lo mismo que hacer una enmienda a la totalidad del proceso constituyente que se desarrolló entre 1977 y 1978.

Las comparaciones son odiosas y, por eso, un ciudadano consecuente debe leer la Crónica. Frente a unos políticos actuales que sólo viven en el cortoplacismo, la simplicidad y la manipulación, en el libro de estos dos periodistas aparecen unos “padres de la patria” que fueron plenamente responsables y conscientes del momento histórico que vivían. Las generaciones posteriores al final de los años noventa, absolutamente descolgadas de la política, no se creerán que en la primera etapa plenamente democrática de España la negociación era una virtud muy extendida entre la clase política. También el diálogo y la capacidad de ceder y consensuar frente a las pretensiones del otro. Sólo de esta manera pudieron siete personas de ideologías tan dispares parir un texto en el que priman los valores democráticos, liberales y sociales. Y que dure ya 40 años con sólo dos mínimos retoques y un gran pecado: su completo desarrollo normativo.

Gregorio Peces-Barba (PSOE), Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez Llorca y Gabriel Cisneros (UCD), Miquel Roca (CDC), Manuel Fraga (AP) y Jordi Solé Tura (PCE) fueron los siete ponentes elegidos para redactar el borrador de la Constitución en secreto, un aspecto muy criticado por no hacerlo con luz y taquígrafos. Durante meses, los primeros “padres” constitucionales discutieron, negociaron, aceptaron, claudicaron y elaboraron el perfil de un texto constitucional que después pasó a la Comisión correspondiente del Congreso y del Senado, donde se perfiló hasta su completa aprobación. Así, el libro de Gallego-Díaz y De la Cuadra cuenta este primer proceso de elaboración del borrador, cuyo contenido se mantuvo en secreto el máximo tiempo posible. Se dan las claves de las negociaciones de los puntos más importantes de la Constitución: la definición de la forma de Gobierno, la monarquía parlamentaria, la organización territorial del Estado, los derechos y libertades, etcétera. También se aborda el “problema vasco”, circunscrito al respeto de los fueros decimonónicos, pero sobre todo a la libertad fiscal y económica de las provincias vascas. Se echa en falta la relación del proceso constituyente con lo que sucedía en la sociedad puertas afuera del Parlamento. Por ejemplo, en el problema vasco fue muy importante la presencia asesina de la banda terrorista ETA, que entre finales de los años setenta y principios de los ochenta acumuló su mayor número de asesinatos de civiles, políticos y cuerpos de seguridad del Estado.

También es curioso, y llama la atención, comprobar cómo en 1978 Cataluña no era un problema para los constituyentes españoles. Un hecho que contrasta con la actual voluntad independentista del Gobierno catalán y de casi la mitad de los ciudadanos catalanes con derecho al voto. Es una muestra de cómo las generaciones actuales no han asumido el mensaje y el propósito constitucional, manipulados por las élites políticas que sí lo hicieron en su momento histórico.

El libro se completa con el comentario de las sesiones públicas de la Comisión parlamentaria en que se perfiló y ajustó el texto legal constitucional. Acostumbrados a un debate parlamentario que no aporta nada, leer las discusiones de altura política que se desarrollaron en la Comisión es una delicia. Ayuda a creer de nuevo en la política como medio de solucionar problemas y pensar en el futuro. Además, Crónica es un libro esencial para introducirse en la Constitución, en el propio texto legal y en cómo se construye el Estado español desde el punto de vista institucional y legal. Una asignatura pendiente de los ciudadanos españoles, que les impide ser plenamente consecuente con respecto a la política que se desarrolla en su Parlamento y fuera de él.

Más arriba hablamos del pecado de la Constitución, que más del propio texto y de sus creadores es de la clase política que vino tras su aprobación. A pesar de los cantos de sirena que intentar hacernos creer que la Constitución está desfasada, la realidad es otra distinta. El gran pecado ha sido no desarrollar en toda su amplitud, con valentía y haciendo honor al cariz social que la califica, la propuesta programática de la Constitución. La capacidad de todos los ciudadanos de acceder a una vivienda digna, la consecución del pleno empleo, la redistribución efectiva de la riqueza que generan particulares y empresas, supeditadas al bien social, la promoción de la ciencia y la investigación, la protección del medio ambiente, la educación pública de calidad, etcétera. Todas son cuestiones de constante actualidad… que ya estaban enunciadas en una norma de hace cuarenta años. El problema no es la Constitución, sino que ningún gobierno, ni de izquierdas ni de derechas ha desarrollado este programa.

Hoy se quiere restar a la Constitución, y por ende al periodo en que se creó (la Transición) y a sus muñidores, la importancia histórica, política y social que tiene. Tras cuarenta años de una dictadura presidida por el general Francisco Franco han venido otros cuarenta de democracia, más o menos imperfecta, pero que ha permitido a España abandonar su atraso secular y ponerse a la altura del resto de países occidentales. Sin la Constitución actual, pactada y consensuada, probablemente esto no habría sido posible. Sólo hay que revisar la historia constitucional de España para ser consciente de este hecho.

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